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El héroe del diluvio que espera

diciembre 1, 2018

Autor: Oliver Rütten

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Adviento: tener esperanza, desesperar, esperar, correr… Volvió el tiempo en el que muchas personas quieren tranquilizarse y volverse reflexivas y después vuelven al nerviosismo y al apuro. ¿Cómo lograrlo? Un hombre de la antigüedad mostró cómo hacerlo.

Sus fortalezas eran la agricultura y el cultivo de la vid, se volvió famoso como el timonel del arca: Noé, ese hombre de Génesis en realidad no tiene nada que ver con Navidad y Adviento, ¿o sí?

Adviento, del latín „adventus“ (=llegada), es un tiempo de preparación, de espera activa. Y esperar, estar sentado sobre carbones calientes, no lo hacen hoy solo los niños antes de la fiesta de Navidad, sino también los creyentes en vista del prometido retorno de Jesucristo. En todos los tiempos los seres humanos esperaron con paciencia la ayuda y la salvación.

Uno de los primeros que esperaron, de los que informa la Sagrada Escritura, fue Noé. El descendiente de Set, hijo de Lamec, luchó por el agrado de Dios en un tiempo en el que Dios quería destruir a la humanidad. Eso lo llevó a un estado fuera de lo común, tal vez lamentable: debía construir un arca, un cajón de madera. Por primera vez en la historia de la humanidad llovería, y esa lluvia sería tanta que los meteorólogos actuales no podrían explicarla con “litros por metro cuadrado”.

Unos 135 metros de longitud, 22 metros de ancho y 13 metros de alto, un gran barco, muy lejos de cualquier mar, sin licencia de construcción ni ingenieros navales, que tenía que ser construido solo basándose en las indicaciones divinas. Sin lugar a dudas, un sinfín de burlas y escarnios esperaban a Noé.

Esperando, creyendo y confiando. Noé no tuvo dudas en la autenticidad de lo que le había dicho Dios. Confió en la promesa recibida. ¿Cuánto confían hoy los creyentes en la promesa de Dios?

Esperando, casi solo. Noé no tenía un grupo grande de fans que lo alentaba día a día. Únicamente estaba la promesa de Dios, él mismo, su esposa y más adelante, tres hijos y sus esposas. ¿Cuántos creyentes necesita un individuo para que lo acompañen a confiar en Dios? ¿Uno? ¿Cien? ¿Mil?

Esperando, más allá de la generación. No era una excursión de fin de semana en familia, tampoco el trabajo en un proyecto de tres meses: Noé estuvo trabajando por años y décadas activamente y construyó desde el casco hasta el techo el barco, de hecho, más conocido hasta que estuvo listo. ¿Cuánto tiempo aguanta hoy el creyente? ¿Cuándo se cansa de tener fe y confianza?

Esperando, un milagro. Algo que nunca antes existió, algo increíble, sí, algo que parecía imposible debía suceder. El hecho de que la probabilidad estadística fuese muy baja no impidió a Noé esperar la salvación. ¿Necesita el creyente de hoy un proceso estocástico para ganar seguridad?

Esperando, pero no descansando. Noé no estaba sentado aburrido en la sala de espera, sino que trabajó duro en el arca, en su salvación. Sentarse en el banco de la Iglesia y esperar qué pasa. Esto no puede ser una vida cristiana activa.

„Caminar con Dios“, así como hizo Noé (Génesis 6:9). Esperar, creer, estar activos como Noé, también considerar cierto lo inconcebible, un ejemplo para los creyentes del siglo XXI, pues la vida y el obrar de Noé constituyen una imagen del tiempo previo al retorno del Hijo de Dios, así se lo cita a Jesucristo en su discurso sobre el tiempo final (Mateo 24). ¡Bienvenidos al tiempo de Adviento 2018!

Foto: Jürgen Fälchle/fotolia

diciembre 1, 2018

Autor: Oliver Rütten

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