¿Qué es un ministerio? ¿Cómo funciona? ¿Quién puede ejercerlo? La Iglesia Nueva Apostólica ha formulado su interpretación al respecto. Al final de la serie de nac.today, el gran resumen ¡como introducción a que pueda ser interpretado mejor!
Todo lo que las personas hacen por la comunión de los debidamente bautizados es un servicio en la Iglesia de Cristo. Pero allí donde las personas hablan y obran expresamente en el nombre de Dios, se necesita un ministerio.
Jesucristo instituyó el ministerio delegando autoridades en los Apóstoles. Su doble naturaleza, con un lado divino invisible y un lado humano visible, también determina la naturaleza del ministerio.
Ni Jesús ni el apostolado de la Iglesia primitiva prescribieron un orden de los ministerios vinculante. Existen informes de diferentes funciones y dones. Los tres niveles de Dirección de la Iglesia, sacerdocio y diaconado recién se desarrollaron en tiempos posteriores al Testamento.
Autoridad ministerial y encargo ministerial
Las autoridades son decisivas para el ministerio. En este sentido, la Iglesia Nueva Apostólica reconoce tradicionalmente solo tres niveles: Apóstol, Pastor y Diácono. Los niveles intermedios anteriores no tenían diferentes autoridades, sino diferentes tareas de conducción.
Los portadores de ministerio son instituidos mediante una ordenación, los dirigentes mediante un encargo y sus ayudantes mediante un nombramiento. Su ámbito de actividad está definido por el encargo ministerial, que se refiere a los contextos externos. A diferencia del Sacramento, el ministerio no es una huella indeleble en la persona.
Similitudes y diferencias
Tanto a los hombres como a las mujeres se les pueden confiar autoridades ministeriales. Han sido creados igualmente a imagen de Dios y, por lo tanto, tienen la misma dignidad y el mismo encargo. El primero y el segundo relato de la creación lo documentan de manera similar. Recién la caída en el pecado marca la diferencia.
Aunque Jesucristo solo llamó a hombres para ser Apóstoles, esto no fue una cuestión de género, sino una señal para la restauración del pueblo de Dios. Jesús hizo de las mujeres los testigos clave de su resurrección. Y en la Iglesia primitiva tuvieron funciones de conducción.
Cuanto más se desarrollaba el ministerio eclesiástico, más dominaban los hombres. En el Nuevo Testamento, por ejemplo, en ocasiones se prohíbe a las mujeres hablar y enseñar en los Servicios Divinos. Sin embargo, estas prohibiciones son más culturales que teológicas. Y contradicen otros pasajes bíblicos.
Elección y llamamiento
A falta de doctrina y a causa de las contradicciones, el apostolado debe ejercer su autoridad para establecer el orden en la Iglesia, de forma similar a la estructura ministerial. Lo decisivo es que mujeres y hombres son de la misma naturaleza y dignidad, igualmente necesitados de redención, igualmente uno en Cristo e igualmente llamados al sacerdocio de los creyentes y al reino de paz.
La ordenación de mujeres tiene una larga tradición en la Iglesia Nueva Apostólica. Durante aproximadamente la mitad de su historia ha conocido la institución de la Diaconisa, tomada de la Iglesia Católica Apostólica. Las Diaconisas eran instituidas del mismo modo que los portadores de ministerio varones.
Independientemente del sexo, es Dios quien elige a una persona para un ministerio. Y corresponde al apostolado reconocer este llamamiento. Aunque a veces esto pueda fracasar, hablar y obrar en el nombre de Dios sigue siendo eficaz.
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