No todo don necesita de un ministerio para desarrollarse. Y no toda tarea requiere de un ministerio para emprenderla. Siempre es un tema del servicio que se presta. Y hay diferencias muy notables.
Servir a Dios y al prójimo es el pensamiento central del cristianismo. Pues, como se sabe, Jesús no vino a la vida terrenal para que lo sirvan, sino para servir Él mismo. Y el que lo quiere servir debe seguirlo.
El servicio de todos a todos
Por lo tanto, todos los cristianos tienen en común «el llamamiento dirigido a cada creyente, de servir al Señor mediante el seguimiento», como dice en el Catecismo. También aquí van juntos el amor a Dios y el amor al prójimo, por un lado, anunciar las virtudes de Dios, por el otro, dedicarse activamente a los demás creyentes y a los semejantes.
El efecto final se trata de dar un testimonio creíble de Jesucristo. Todo lo que se necesita para este servicio es el Santo Bautismo con Agua. Los bautizados con agua, además, son convocados a apoyar el encargo misionero de los Apóstoles.
El servicio en la enseñanza y la asistencia espiritual
Todas las confesiones conocen, además, tareas que sirven al anuncio del Evangelio y la asistencia espiritual. Aquí, básicamente, se necesita un llamamiento expreso. Estos servicios son realizados en la Iglesia Nueva Apostólica no solo por portadores de ministerio ordenados, sino también por los maestros y los encargados de ciertos grupos, como por ejemplo los que tienen a su cargo el cuidado de la juventud.
El servicio en el nombre de Dios
Dentro de la enseñanza y la asistencia espiritual hay servicios que se realizan expresamente en el nombre de Dios. Entre ellos está la dispensación de los Sacramentos, como la Santa Cena, así como la prédica anunciando la palabra de Dios. Hablar en su nombre –para eso se necesita conforme a la interpretación nuevoapostólica una habilitación expresa. Esta se encuentra en el poder cuando se transmite un ministerio en la ordenación.
El servicio de la conducción espiritual
Un servicio en sí prestan aquellas personas que reciben funciones de conducción espirituales, pues esto no solo se restringe a tareas de organización y administración. Se trata ante todo de garantizar la unidad en la respectiva área de competencia y asegurar la atención espiritual de los confiados.
Esto está relacionado con el ministerio, pues la preservación de la doctrina se apoya en el anuncio de la palabra de Dios. Y en ocuparse de que los Sacramentos puedan ser dispensados, amplía el encargo de administración de los Sacramentos.
La gestión de conducción no hace uso en cada oportunidad de la misma autoridad divina en los Sacramentos o en la prédica. Lo deja claro el Apóstol Mayor: Los parámetros de la conducción espiritual «los tenemos que poder explicar, deben tener un buen motivo. Tenemos que poder convencer a la gente».
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