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El pacto de Dios antes y ahora

octubre 24, 2015

Autor: Oliver Rütten

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Dios ofrece a los hombres un pacto por amor. En el Servicio Divino, el Apóstol Mayor encuentra un paralelismo entre el hombre en tiempos de Moisés y hoy, afirma la necesidad de la fe en la muerte de Jesús en sacrificio y su retorno, y explica el significado de la Santa Cena.

Unos 900 concurrentes celebraron con el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en Auckland (Nueva Zelanda) el Servicio Divino del domingo 13 de septiembre de 2015. Otros 1.100 hermanos y hermanas estuvieron conectados en comunidades de South Island, Australia, en las islas Fiji y en Papúa Nueva Guinea. El Apóstol Mayor basó el Servicio Divino en la palabra de Deuteronomio 5:3: «… no con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos».

Liberación, promesa y ley

«Dios escogió al pueblo de Israel por amor e hizo un pacto con ellos», así mencionó el Apóstol Mayor al comienzo del Servicio Divino. Por cierto que no era el pueblo más grande, más fuerte y más importante de su época. «No había un motivo plausible para elegir justamente a ese pueblo, pero Dios lo adoptó en su amor y gracia, e hizo un pacto con ellos».

Y luego la máxima autoridad internacional de la Iglesia mostró cómo se hizo evidente esta elección: como primero, liberó al pueblo de la esclavitud egipcia, de la mano del Faraón y les habló en monte Horeb: «Vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos» (Éxodo 19:5). Esa fue la primera parte del pacto. Luego Dios guió a los isrealitas a través del Mar Rojo y los liberó de las manos de los egipcios. «Les dio una promesa y les habló del futuro que tenía previsto para ellos. Debían llegar a una tierra donde fluía leche y miel» (Éxodo 13:5). Y como tercera característica de su pacto, el dirigente de la Iglesia citó: les dio una ley vinculada con la promesa de que si obraban conforme a ella serían bendecidos.

40 años más tarde: exhortación por olvido y compromisos

«Todo eso, la salvación, el paso por el Mar Rojo, la conclusión del pacto, lo acontecido en el monte Horeb, hacía mucho que había pasado y la generación que lo había vivido, había muerto. Después de cuarenta años ya no vivía ninguno de los padres», explicó el Apóstol Mayor en relación con la marcha por el desierto. Sólo habían quedado Moisés y unos pocos que habían sido testigos de cómo Dios mismo había hablado a su pueblo.

«La generación a la que hablaba Moisés, conocía la historia sólo de los relatos de sus mayores. Saben lo que pasa siempre cuando uno recibe información de la gente mayor. Uno se dice: «Y sí, esto quizás sea todo un poco exagerado». Uno mismo no lo vivió y entonces uno se pregunta si la historia será realmente así o quizás se la adornó un poco», acotó el siervo máximo; también mirando hacia la época actual.

En ese tiempo, entonces, Moisés se dirigió a la nueva generación para

  • confirmar al pueblo que ese pacto con Dios aún era actual,
  • recordar al pueblo las promesas divinas sobre la tierra prometida y
  • convocar al pueblo a obedecer a las leyes divinas.

Moisés conocía los peligros: el pacto podía ser olvidado, el contacto con otros pueblos podía conducir a que se considerasen exitosas y felices otras formas de vida y que se cuestionase la ley de Dios.

Un nuevo pacto: Dios envía a su Hijo Jesús

Para redimir a su pueblo, Dios envió a su Hijo. «Sus discípulos eran testigos de todo sobre Él. Conocieron a Jesús, vivieron con Él, se encontraron con el Resucitado y reconocieron: Él es el que ha muerto y resucitado de los muertos. Él logró la victoria», dijo el Apóstol Mayor Schneider.

Al enviar Dios a su Hijo sobre la tierra, hizo instituir un nuevo pacto. Escogió a un pueblo y

  • lo liberó de la esclavitud del pecado a través del sacrificio y la resurrección de Jesús,
  • le prometió llevarlo a su reino y
  • le dio sus mandamientos, que son una fuente de bendición para quien actúa conforme a ellos.

Refiriéndose a la actividad de Jesús, el Apóstol Mayor Schneider dijo: «Les dio el Evangelio, les dio sus mandamientos y les enseñó a guardar su palabra, entonces serían bendecidos. Todo esto pasó hace 2.000 años. ¿Y qué sucede hoy?».

Hoy nadie podría decir: ¡Yo vi al Resucitado! Puedo dar fe de que es verdad: Él resucitó así como había dicho. «Y hay que decir: incluso en la cristiandad se escuchan voces que dicen: Y sí, la historia de la muerte y la resurrección, quién sabe si aconteció así … ¿quizás también se la adornó un poco?», constató el Apóstol Mayor. «Que alguien tenga que morir por nosotros, por nuestra redención, ¿no es algo exagerado? Muchos hoy lo encuentran extraño. ¡Esto es un peligro de nuestro tiempo!».

La fe necesaria en el resurrección de Jesús

«El ministerio del Nuevo Testamento, el ministerio de Apóstol, ha sido enviado por el Señor, para dar fe del sacrificio de Cristo, su muerte y su resurrección: Creed en la resurrección de Jesucristo. Es verdad», fue la apelación del Apóstol Mayor. «Todo sucedió para ti, por ti, y sucede para ti, para tu salvación: Jesús murió y resucitó para ti, y vendrá otra vez para ti, para tu salvación. Este es el pacto que Dios ha hecho contigo».

El Apóstol Mayor Schneider explicó el paralelismo con los hombres de aquella época. «Algunos creen que este mensaje fue algo para nuestros padres. Ellos vivieron circunstancias difíciles, tuvieron que enfrentar una dura lucha por la existencia, tuvieron que pasar por pobreza, necesidades, enfermedades, guerras y otros peligros y crisis, entonces necesitaban algo que les diese esperanza: ¡Sí, un día viene la salvación! ¡Entonces todo será mejor!». ¿Y hoy?

Hoy día muchos piensan que sin Dios pueden ser felices. Su meta no es la eterna comunión con Dios en su reino, sino una vida confortable sobre la tierra. «Tenemos nuestra vida bajo control, para muchos problemas hay soluciones. Aquí en el país hay paz y uno puede forjarse su futuro. Ya no tenemos que esperar un futuro mejor en el más allá», mencionó la máxima autoridad de la Iglesia. Pero bajo la enseñanza del Espíritu Santo, el pueblo del nuevo pacto anhela la gloria eterna, prometida por Cristo (Juan 14:14-15).

El Espíritu Santo enseña

La tarea del Espíritu Santo es hoy mostrar a los hombres quién es Cristo, glorificarlo y llevar a que se reconozca su grandeza y su gracia. El ministerio del nuevo pacto, el ministerio de Apóstol, también ha sido enviado con el encargo de celebrar la Santa Cena. «En cada Santa Cena afirmamos el pacto con Dios».

«Por cierto, para volverse rico, para ser exitoso y feliz, para desarrollarse aquí sobre la tierra, no se necesita el Evangelio. Para eso hay muchos otros caminos. Pero para vivir el amor de Cristo, experimentar su bondad y su cercanía, para conocerlo, hay un solo camino: ser obediente al Evangelio; poner por obra el Evangelio en la vida cotidiana, esto era válido para nuestros padres y también es válido para nosotros hoy. No lo hacemos para tener más dinero, para ser preservados de enfermedades, para asegurar que nuestros hijos tengan un buen desarrollo, sino obedecemos a los mandamientos del Señor, la ley de Dios, porque queremos experimentar el amor de Jesucristo».

«Su pacto, el nuevo pacto, no es para nuestros ancestros, es para nosotros, los que estamos aquí y vivimos. Vivimos con la fe de que Cristo ha muerto por nosotros, y que nos llevará consigo cuando venga otra vez», concluye el Apóstol Mayor Schneider. Por ese motivo son tan importantes el Servicio Divino y la Santa Cena.

octubre 24, 2015

Autor: Oliver Rütten

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