Llamados y consagrados, pero no enviados. El 14 de julio se celebra el aniversario de un hito en los Hechos de los Apóstoles de la época moderna. Qué sucedió en esa fecha y qué significa para la Iglesia Nueva Apostólica.
El 14 de julio de 1935 fue una de las dos marcas en el camino al apostolado. Así lo explicó Thomas Carlyle, el Apóstol de la Iglesia Católica Apostólica en cuya tradición más adelante continuó el apostolado en Alemania. Comparó el proceso con las tres unciones del rey David: por el profeta Samuel, por la tribu de Judá y por todo Israel (1 Samuel 16:13; 2 Samuel 2:4; 5:3). Carlyle comparó la primera unción con el llamamiento profético de los Apóstoles, la segunda con la “consagración” y la tercera con el “envío” que todavía estaba por delante.
Deseo de actividad
La historia previa: Algunos cristianos de diferentes confesiones buscaban una nueva actividad del Espíritu Santo. La encontraron, entre otras cosas, en informes de curaciones sorpresivas de enfermedades. Representantes de la “Escuela profética” se reunieron para fundamentar las promesas bíblicas para el último tiempo, por ejemplo, en la “Conferencia de Albury”, organizada por el noble Henry Drummond y el popular predicador Edward Irving.
Hubo profecías que vieron al abogado John Bate Cardale como Apóstol de Jesucristo. Sus llamamientos proféticos fueron reconocidos a partir de septiembre de 1832 por la comunidad de Irving y por otras comunidades. En Navidad del mismo año, Cardale efectuó dos ordenaciones, que fueron sus primeros actos ministeriales como Apóstol.
Señales previas cumplidas
Ya a comienzos de 1832, se había profetizado el 14 de julio de 1935 como la fecha de un acontecimiento especial. Primero se la consideró como la fecha del retorno de Cristo. Más adelante se la interpretó como el momento en que el movimiento apostólico se convertiría en Iglesia. Se necesitaba para ello, según el entendimiento de entonces, el número bíblico completo de siete comunidades en Londres y que hubiera doce portadores del ministerio de Apóstol.
Sin embargo, en ese gran día todavía faltaban dos comunidades. Sin embargo, prédicas bajo cielo abierto en el barrio de Paddington y en el aristocrático Westminster condujeron a que pudiesen ser fundadas. Y hasta la tarde solo había once Apóstoles. Ocurría que el número doce no quería aceptar su llamamiento. Conforme al ejemplo bíblico de la elección del Apóstol Matías, la suerte finalmente se decidió entre dos candidatos.
Una Iglesia conducida por Apóstoles
Se habían cumplido todas las señales. Ese 14 de julio de 1835 por la noche, cada uno de los ángeles (Obispos) de las siete comunidades de Londres impuso sus manos en cada uno de los doce Apóstoles. Declaraban de esa manera, que los Apóstoles a partir de ese momento “estaban consagrados”. Esto significaba que eran liberados de sus anteriores funciones en el trabajo en la comunidad y que estaban equipados y bendecidos para su futura función: la conducción de la Iglesia en su totalidad.
Hasta que tomaran el timón, los Apóstoles se quisieron retirar a una etapa de aprendizaje. Recién después tendría lugar el “envío” de los nuevos doce. Pero a ese paso no se iba a llegar. El llamado de los Apóstoles a los ministros religiosos de todo el mundo, de subordinarse a la autoridad del apostolado –el “Gran Testimonio”– quedó casi sin respuesta.
Las ramas se separan
No obstante, los Apóstoles ingleses comenzaron a preparar la novia de Cristo. A partir de 1847 comenzaron a sellar a los cristianos bautizados con agua en las áreas de actividad que les habían sido asignadas. Especialmente exitoso fue en lo que respecta a la cantidad el Apóstol Carlyle, quien estaba activo ante todo en el norte de Alemania. Fue él, el que luchó para restaurar la cantidad de doce Apóstoles. Sin embargo, no se pudo imponer en el Colegio de Apóstoles.
De la tradición del Apóstol Carlyle, fallecido en 1855, surgió, pasando por pasos intermedios, finalmente la Iglesia Nueva Apostólica.
Así, el 14 de julio de 1835 también tiene un significado especial aquí: “La Iglesia Nueva Apostólica se entiende como una prosecución de la Iglesia Católica Apostólica”, explica el grupo de trabajo Historia: “Aunque ambas Iglesias se diferencian mucho en la organización y la forma de los Servicios Divinos, las une la certeza de que los Apóstoles en su actividad conjunta son necesarios para la preparación de la novia del Señor”.
Foto: Los Apóstoles de la Iglesia Católica Apostólica (sin Duncan MacKenzie; fotomontaje de la época)