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En el sufrimiento y la aflicción: la pregunta de por qué

marzo 13, 2015

Autor: Andreas Rother

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El que experimenta sufrimiento y pasa necesidades, no pocas veces considera que se trata de una prueba a la que lo somete Dios. Por otra parte, Dios no necesita pruebas para medir nuestra fe y nuestro amor, recalca el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider y pregunta: “Sí, claro, ¿entonces por qué?”

La comunidad en la que sirvió el Apóstol Mayor Schneider el 8 de marzo de 2015 en Skopje (Macedonia) era de carácter internacional: habían sido invitados los hermanos en la fe de Bosnia y Herzegovina, Croacia, Macedonia, Serbia y los portadores de ministerio de Ucrania. La prédica había sido colocada bajo la palabra bíblica del Salmos 66:10: “Porque tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata“.

Luego, el Apóstol Mayor agregó: “Por supuesto que en esta tierra, nosotros todavía tenemos que atravesar mucho sufrimiento y necesidades”. Y agregó ejemplos: guerras o catástrofes naturales, aunque también enfermedades y pobreza. “Cuando ocurre algo así, decimos: ‘El amado Dios ha admitido una prueba’”. ¿Pero qué es, en verdad, una prueba? En un examen, un alumno o un estudiante es sometido a prueba en el sentido de: ¿sabe lo suficiente? ¿Puede lo suficiente? “Esta es una prueba entre humanos. Pero para Dios, este no es el sentido de una prueba. El Apóstol Mayor afirma que Dios no necesita una prueba para saber: ¿tiene la persona suficiente fe? ¿Ama lo suficiente? Porque Dios todo lo sabe, es omnisciente.

¿Por qué, entonces, las pruebas? Al respecto, el Apóstol Mayor Schneider explicó: “El hecho de experimentar algo malo o pasar necesidades no proviene de Dios. Estamos enfermos, sufrimos por la injusticia, porque todavía estamos en esta tierra. Pero Dios nos da la posibilidad de ser bendecidos en la experiencia de estas situaciones”.

¿Y en qué consiste esta bendición? Para ilustrarlo, el Apóstol Mayor mencionó cinco puntos:

  • “En el sufrimiento, Dios nos da la posibilidad de conocernos mejor a nosotros mismos”. En el sufrimiento y la angustia experimentamos contradicciones en la fe. La fidelidad quizás no es recompensada, podemos experimentar la imperfección del hombre en la Iglesia, o cada año que pasa el retorno de Cristo sigue siendo una promesa. “Recién al notar esta contradicción nos daremos cuenta de lo débil o lo grande que son nuestro amor y nuestra fe”.
  • “Dios nos da la posibilidad de conocerlo mejor”. En la aflicción es posible reconocer que la salud, el bienestar y la armonía en la familia son una gracia divina inmerecida. “Ahora buscamos a Dios en la oración, en el Servicio Divino, en la comunidad. Entonces volvemos a experimentar: ¡Dios está ahí!“ Y luego experimentamos la ayuda de Dios.
  • “Ahora podemos experimentar cómo Cristo es poderoso en nosotros”. Sufrimos dolor y experimentamos las consecuencias del pecado y el poder del mal. “¡Ahora tengo que luchar! ¡Ahora tengo que superar aquello que me quiere separar de Dios! Sin prueba no lo aprenderíamos”.
  • “Podemos constituirnos en una bendición para nuestro prójimo”. Quienes se han acreditado en las aflicciones son capaces de demostrar que, a pesar de las dificultades, pueden seguir al Señor. Pueden comprender a quienes tienen que hacer esfuerzos por aceptar su cruz, porque ellos mismos lo experimentaron de este modo. Y ellos pueden consolar y fortalecer a otros.
  • “En la prueba es posible aprender el valor y la importancia que tiene la comunión”. Ahora, la comunidad no sólo es un grupo de hermanos y hermanas que tienen la misma fe. “En la comunión vemos a los ayudadores que Dios nos ha enviado”.

Y para finalizar, el Apóstol Mayor puntualizó: “Podemos confiar en Dios. Y porque Dios es amor nos garantiza que la prueba nunca será demasiado larga”.

marzo 13, 2015

Autor: Andreas Rother

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