
“¡Es tiempo de hacer el bien!”. El lema para 2025 recordó al Apóstol de Distrito Enrique Minio (Sud América) su infancia y le dio un nuevo giro a un viejo deseo.
Siendo un niño de 8 años ingresé en una asociación de Scouts. Participé varios años de mi infancia, hasta la preadolescencia. Allí aprendí que un scout es servicial, que debe estar comprometido para ayudar a los demás en todo momento y que siempre debe estar listo para hacerlo.
Cuando nuestro Apóstol Mayor nos envió el lema para el año 2025 no pude dejar de trasladarme 50 años atrás y recordar esos momentos.

La diferencia es que las buenas acciones que nosotros hacíamos estaban centradas en situaciones generalmente materiales. Ayudar a un anciano a cruzar la calle, ayudar a un vecino en una tarea cotidiana, levantar la basura que veíamos cuando íbamos caminando, colaborar como voluntario en algún emprendimiento social, etc.
Cuando conocí la Obra de Dios, el deseo de servir tal como había sido inculcado de pequeño, tomó un giro especial. Como expresa nuestra misión, el “ofrecer asistencia espiritual y cultivar una estrecha comunión en la cual cada uno experimente el amor de Dios y la alegría de servir a Él y a los demás” se transformó en una necesidad cotidiana que cambió el objetivo de mi vida.
El lema de este año alegró mi corazón, pues el Apóstol Mayor una vez más nos ha indicado el camino hacia la meta. Debemos aprender a administrar nuestro tiempo y definir nuestras prioridades.
Primero, es tiempo de hacer el bien ocupándonos de nuestra salvación; estemos “siempre listos” para vencer el mal con el bien (Romanos 12:21): en la tentación, recordamos el amor de Dios y confiamos en Él, en el sufrimiento nos negamos a devolver el mal con el mal, luchamos contra el mal en nuestro interior. Recordemos el voto de Confirmación, renunciemos cada día al diablo, su obrar y ser y entreguémonos en las manos de nuestro Padre para serle fiel hasta el fin.
Segundo, hagamos el bien al prójimo; estemos “siempre listos” atentos a las oportunidades que Dios permita en nuestra vida y seamos testimonio del Evangelio de Jesucristo para quienes nos rodean. Que nuestra vida sea un “Evangelio abierto a todos”. Ayudemos a otros a resistir el mal.
Tercero, hagamos el bien en la Iglesia; estemos “siempre listos” para buscar la unidad, para dar lugar a nuestro “dominio propio”, para practicar el amor en el ámbito de nuestra familia. Que nuestro hogar pueda ser una “pequeña Betania” donde siempre la paz y la dedicación de uno a otros sean los símbolos distintivos.
Esforcémonos para estar “siempre listos” para hacer el bien.