¿Puede el hombre entender siempre cómo le ayuda el Evangelio en su vida cotidiana? El Apóstol de Distrito Joseph Ekhuya (África del Este) dice que no y recuerda una hambruna olvidada.
En un Servicio Divino, el Apóstol Mayor habló hace poco que una de las victorias que queremos lograr este año con Cristo es la victoria sobre el maligno. Pues este afirma: «Jesús no dice la verdad. Su Evangelio no nos va a poder ayudar en nuestra situación». En 2 Reyes, capítulos 6 y 7 hay una interesante historia. El hecho cuenta cómo Ben-adad, el rey de Siria, reunió todo su ejército y sitió a Samaria. El sitio fue tan devastador que dentro de la ciudad amurallada se desató gran hambre y las personas se vieron obligadas a comer asnos. Incluso comieron a sus propios hijos. El rey de Samaria estaba desconcertado por esa situación. Pensó que Dios era el que había traído ese mal a la ciudad y quiso hacer asesinar al profeta Eliseo, que vivía allí.
Fue a la casa de Eliseo, quien, sin embargo, dijo al rey: «Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria» (2 Reyes 7:1). El príncipe sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al varón de Dios irónicamente: «Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así?». Expresó así su incredulidad debido a experiencias personales que había hecho. Pero las palabras del profeta se cumplieron. Había a la entrada de la puerta de la ciudad cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: «¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos».
Se levantaron al anochecer y fueron al campamento de los sirios. Pero no quedaba nadie allí. El Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos y estrépido de gran ejército; y se dijeron unos a otros: «He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros». Los sirios se levantaron y huyeron al anochecer. Abandonaron sus tiendas, sus caballos, sus asnos y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas. Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y los escondieron. Y volvieron y entraron en otra tienda, y de allí también tomaron y fueron y escondieron su botín. Cuando tomaron conciencia de todo lo que había en el campamento, volvieron a la ciudad y contaron sobre ello. Entonces todo el pueblo fue al campamento de los sirios y lo saqueó.
Sucedió exactamente lo que Dios había hecho anunciar a través del profeta Eliseo: por la mañana una medida de flor de harina costaba en Samaria un siclo y dos medidas de cebada un siclo. La palabra de Dios se había cumplido, contrariamente a la experiencia que había hecho el príncipe.
Vale la pena vencer nuestra incredulidad y aceptar la verdad de Cristo. También creemos cuando no entendemos cómo el Evangelio nos puede ayudar en nuestra vida cotidiana, en nuestra situación de vida. Con la ayuda de Cristo esto es posible, si se lo pedimos (Marcos 9:23-25).