
La oportunidad de hacer el bien a veces se encuentra, literalmente, al borde del camino. Entonces es importante tomarse el tiempo para hacerlo. Reflexiones sobre el lema del año del Apóstol de Distrito Rüdiger Krause (Alemania del Norte y del Este).
Nuestro Apóstol Mayor nos ha dado como lema para este año: “¡Es tiempo de hacer el bien!”. Estoy seguro de que recordamos este lema una y otra vez, y que nos sentimos llamados a hacer el bien al prójimo. A menudo no somos nosotros quienes generamos las situaciones en las que podemos hacer el bien. Muchas cosas se pueden planificar, pero también es necesario reconocer la situación y obrar espontáneamente conforme al Espíritu de Dios.
Un intérprete de la ley habló una vez con Jesucristo y le preguntó qué cosa debía hacer para heredar la vida eterna. Las Sagradas Escrituras dicen que este intérprete de la ley quería poner a prueba a Jesús con su pregunta. Jesús respondió con una sencilla frase: “¿Qué está escrito en la ley?”. El intérprete de la ley conocía el mandamiento del amor y lo destacó. Jesús confirmó su respuesta. Pero el intérprete no se dio por vencido y preguntó: “¿Quién es mi prójimo?”. Entonces, el Señor Jesús contó la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37).
Estoy seguro de que el Señor Jesús, en su parábola, deliberadamente no mencionó el nombre del samaritano. Más bien, la parábola tiene por objeto que todos nos sintamos aludidos. En las Sagradas Escrituras se dice que el samaritano ayudó al hombre que había caído en manos de los ladrones. Lo dejaron medio muerto. “Fue movido a misericordia” (versículo 33) y se detuvo. Vendó las heridas del golpeado, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Pagó el alojamiento e incluso prometió pagar el resto de la deuda cuando regresara.
Por supuesto, se trata de una situación extrema. Sin embargo, lo decisivo es que el buen samaritano se dejó detener. Si queremos hacer el bien, debemos estar dispuestos a dejarnos detener.
A menudo tenemos buenas ideas sobre lo que se podría hacer. “Habría que…” es una frase inicial que seguramente todos hemos utilizado alguna vez. ¿A quién se refiere este “habría”? Somos nosotros, tú y yo. Debemos tener cuidado de no detenernos a hacer el bien. Es una interrupción de nuestros planes que a menudo nos resulta difícil y desagradable. Hacer el bien, y esto es lo que quiero expresar, muchas veces resulta agotador.
Jesús, según expresó nuestro Apóstol Mayor, concedía gran importancia a lo que hacemos por los suyos. Se refirió a la conocida palabra bíblica: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40). Por lo tanto, dedicar tiempo a hacer el bien es un servicio a nuestro Señor Jesucristo.
En este punto, me es imposible enumerar ni siquiera a modo de ejemplo qué es el “bien” que debemos hacer en el sentido de nuestro lema. Todos poseemos el don del Espíritu Santo y percibimos muy rápidamente qué es el bien y cuándo hay que obrar.