Para luchar se gasta energía; esto sucede tanto en las confrontaciones espirituales como en el clásico movimiento de los músculos. El Apóstol de Distrito Michael Deppner (RD Congo) hacer alusión a compañeros de lucha, a quienes nos respaldan y a nuestro hermano mayor.
Hace unos años tuvimos la oportunidad de acompañar a nuestro Apóstol Mayor y a los Apóstoles de Distrito a Jerusalén. Me conmovió particularmente una inscripción que había al ingresar al huerto de Getsemaní, con las palabras de Jesús a Pedro: «¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?»(Mateo 26:40).
El profeta Elías trabajó con ahínco para Dios, pero también pasó por momentos en los que se sintió totalmente solo. Entonces habló con su Dios y Dios vino hacia él. Esto aconteció de manera espectacular. Recordamos que el Señor no estaba en el viento ni en el terremoto ni en el fuego, sino en un silbo apacible y delicado. Luego vino a él una voz y le habló.
Miles están como respaldo
En 1 Reyes 19 leemos que Dios le comunicó lo que debía hacer y le aseguró que no estaba solo: siete mil había en Israel cuyas rodillas no se habían doblado ante el enemigo.
Las circunstancias en las que vivimos nos hacen sentir muchas veces que estamos solos en nuestra lucha y en nuestras necesidades. A veces, efectivamente, estamos solos y otras, quizás nos estén rodeando miles e igualmente nos sentimos que nos dejaron solos. Aquellos con los que habíamos contado, no están. Entonces uno puede sentirse abandonado.
El Espíritu de Dios enseña y recuerda
No obstante, como hijos de Dios nunca estamos solos. Así como Elías podemos hablar con nuestro Padre celestial. Y Él se expresará. Tal vez no sea necesariamente de una forma espectacular, sino en un silbo apacible y delicado proveniente del altar del Señor, o a través de un hermano o una hermana, o incluso a través de un extraño. Tenemos en nosotros al Espíritu Santo y Él mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Romanos 8:16).
Entonces nos damos cuenta de que podemos seguir luchando. Y Dios nos muestra que no estamos solos. A veces no lo podemos ver, pero muchos otros tienen preocupaciones y luchas similares a las nuestras, y muchos nos pueden ayudar:
- Está nuestra familia y todos los demás que nuestro Padre celestial ha puesto a nuestro alrededor.
- Están nuestros hermanos y hermanas en la comunidad, tanto aquí como también en el más allá.
- Está el dirigente de nuestra comunidad, el responsable de la juventud, el maestro de la escuela dominical, el dirigente del coro. Ellos no son sólo portadores de bendición, sino también portadores de armas en el sentido espiritual. Su arma más grande es la oración.
Jesucristo está con nosotros.
Tenemos a Cristo. Él está con nosotros todos los días (Mateo 28:20). Él dijo de sí mismo: «Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada» (Juan 8:29).
Quizás no seamos perfectos, pero esto no nos impide aspirar la perfección. Somos hijos del Altísimo y aspiramos obrar conforme a su voluntad. Nuestro Padre celestial está con nosotros y junto con Cristo nos ayuda en nuestra necesidad.