
“Es tiempo de hacer el bien”. ¿Por qué? En su aporte al lema del año, el Apóstol de Distrito Michael Ehrich (Alemania del Sur) menciona dos o tres buenas razones.
Los cristianos nuevoapostólicos están orientados hacia el futuro. El retorno de Cristo es la meta de nuestra fe. Vive en nuestro corazón y nos preparamos para este acontecimiento. Así, el lema del año puede entenderse con la idea: “Aprovecha el tiempo hasta entonces para hacer el bien”. Yo veo la motivación en el amor.
Hacer el bien por amor
Por amor al Señor, buscamos obrar según su ejemplo y estar siempre en vinculación con Él a través de la oración. En todas las situaciones de la vida miramos hacia Él y aceptamos sus dones de salvación. No podemos hacer nada mejor por nosotros mismos.
En la parábola del buen samaritano reconocemos la gran importancia del amor al prójimo, que se convierte en acción. Debemos fijarnos en quién necesita nuestra ayuda y obrar sin condiciones. Además de la ayuda en los asuntos terrenales, el amor al prójimo se expresa de muchas maneras, por ejemplo, en la compasión y la dedicación o en las intercesiones.
Amar al prójimo como a uno mismo: uno solo desea lo mejor para sí mismo. Lo mejor que podemos desear al prójimo es la salvación en Jesucristo. Así, el amor al prójimo se manifiesta también en anunciar la voluntad salvífica de Dios en la etapa actual de su plan de salvación. Pero esto no se queda en palabras. Porque dondequiera que estemos, sean cuales sean nuestras circunstancias en la vida, damos testimonio de nuestra fe con nuestras acciones y nuestro comportamiento, con lo que irradiamos.
Por lo tanto, hacemos el bien, tanto a nuestro prójimo como a nosotros mismos, viviendo según el Evangelio, confiando en Dios y dando prioridad a lo que es permanente.
Hacer el bien como si lo hiciéramos al Señor
Hacer el bien tiene otra faceta. En el discurso de Jesús sobre el juicio de las naciones (a partir de Mateo 25:31), presenta varios ejemplos de situaciones en las que era importante ayudar. Se identifica con los suyos, a quienes les fue ayudado cuando tuvieron hambre, sed, enfermedad, etc.: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (versículo 40). Si hacemos el bien a los seguidores de Cristo por fe, lo hacemos al Señor.
Nuestra dedicación y nuestro apoyo a los hermanos y hermanas de la comunidad también pueden referirse a la vida de fe. No se necesita un ministerio espiritual para compartir, por ejemplo, experiencias de fe con el fin de animar, consolar o fortalecer la confianza en el Señor. Ayudarlos a alcanzar la meta de la fe es lo mejor que podemos hacer.
En el Señor encontramos todo lo que necesitamos hasta su retorno. Nos hacemos bien a nosotros mismos cuando dejamos bendecir en su altar la espera de su retorno y nuestros esfuerzos por ser dignos de este acontecimiento.
Foto: Jürgen Dietz