En foco 10/2019: Paz, una riqueza inconmensurable
Vivir en paz unos con otros, ser pacíficos en el trato mutuo, es así como el hombre y la sociedad evolucionan para bien. El Apóstol de Distrito Rainer Storck (Alemania del Oeste) convoca a dar cabida a la paz divina y a aplicarla específicamente.
La paz entre los hombres y los pueblos es un bien valioso que en nuestra época lamentablemente se volvió bastante poco frecuente. Las estadísticas muestran y es lógico que allí donde un pueblo o una sociedad vive muchos años en paz, se registra una evolución altamente positiva. Esta se refleja en educación, bienestar, expectativa de vida. Crisis, conflictos o enfrentamientos bélicos pueden destruir en muy corto tiempo lo logrado en todo un período de paz.
Es similar lo que acontece en la evolución de un ser humano. Si vive permanentemente sin paz, sea exterior o interior, es casi imposible que evolucione positivamente. Sin embargo, cuando un niño puede desarrollarse en paz tiene la posibilidad de desarrollar los talentos que hay en él y aplicarlos para su propio bienestar y el de los demás. Es por eso que debe asignársele gran importancia a lo expresado por Jesús: «La paz os dejo» (Juan 14:27).
Pero luego dijo el Señor en el mismo contexto: «Mi paz os doy». Esta es una paz que va mucho mas allá de lo que son capaces los hombres. Pensemos por ejemplo en la situación en el mar, cuando los discípulos sentían temor de muerte: «Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza» (Mateo 8:24-26). Algo parecido fue lo que les sucedió a los discípulos cuando después de la crucifixión de Jesús estaban desesperados, abatidos y desanimados sentados todos juntos en una habitación sin saber cómo seguirían las cosas. De repente, se paró Jesús en medio de ellos y les dijo solo las tres palabras: «¡Paz a vosotros!». El Evangelio de Juan informa que los discípulos se regocijaron y siguieron su camino con coraje (cf. Juan 20:19-20).
Esta paz del Jesucristo resucitado la podemos experimentar y recibir también hoy. Esto sucede especialmente cuando después de cada Servicio Divino aceptamos con fe, después de haber sido pronunciado el perdón de los pecados, las palabras: «La paz del Resucitado sea con vosotros». También en el Sacramento de la Santa Cena tenemos comunión con el Príncipe de paz. Que en este sentido las palabras de Jesús: «¡Paz a vosotros!» nos proporcionen una y otra vez una riqueza especial en Cristo.
Foto: Frank Schuldt