En foco 10/2023: Reinar con Cristo es una forma perfecta de servir
Por qué debemos servir a Dios y esforzarnos por reinar, pregunta el Apóstol de Distrito Michael Deppner de la RD Congo en su artículo sobre nuestro lema anual. Al fin y al cabo, nadie recibe más que su prójimo. El esfuerzo, sin embargo, vale la pena.
Al considerar nuestro lema para este año, nos centramos más en servir y menos en reinar.
Nuestro Apóstol Mayor mencionó que cuando reinemos con el Señor, no será una cuestión de poder en el sentido terrenal, sino de reinar como Jesucristo reina. Él reina sirviendo. Él sirve a todos los seres humanos de una forma perfecta. Entonces dejaremos de estar influenciados por nuestras imperfecciones y nuestra humanidad que tiene sus límites. Solo serviremos haciendo el bien y, en consecuencia, siendo una bendición.
Reinar puede considerarse una forma perfecta de servir. En algunos idiomas, el término “servidor público” representa a todos, desde el oficinista hasta el presidente o el primer ministro de un país. Incluso en la realeza, un rey se compromete a servir a su país y a su pueblo.
Hace muchos años, leí un artículo sobre un presidente que fue reelegido por un estrecho margen y debía gobernar al pueblo de su país. Sus palabras me conmovieron: “Día y noche, tengo siempre presente que mi trabajo como líder es velar por millones de vidas, incluidas las de quienes no me desean lo mejor. Y cada vida me importa porque cada vida es preciosa”.
No se puede preguntar a un padre qué hijo le gusta más. Los padres llegan a conocer y querer a cada uno de sus hijos a pesar de sus idiosincrasias y rarezas. Quizá se podría preguntar con cuál se trabaja mejor o cuál causa menos problemas. Pero esto no debería afectar al amor y al servicio que dedicamos e invertimos en nuestros hijos. Podríamos acabar pasando más tiempo con un hijo problemático, y esto por amor. El padre del hijo pródigo nos muestra que éste es un comportamiento atemporal a lo largo de los tiempos.
Vivimos en una época en la que estamos rodeados de reclamos de “¿Qué gano yo con esto?” o “¿Para qué voy a servir o aspirar a reinar
- si toda la gloria es para Dios?
- si no obtengo más que mi prójimo?
- si Dios ama a todos por igual?”.
Solo puedo mirar a Cristo e intentar imitar su manera y su razón de servir; sí, incluso a veces con amor no correspondido. Él permaneció centrado en la meta final: la comunión eterna con Dios y con mi hermano y hermana. ¿Qué más puedo pedir?