En la serie «En foco», los Apóstoles de Distrito escriben sobre el lema del año «Ricos en Cristo». El Apóstol de Distrito Joseph Ekhuya (África del Este) recuerda la perseverancia de Kizitos, un joven mártir de Uganda.
El Apóstol Mayor colocó el año 2019 bajo el lema «Ricos en Cristo». Cuando escuché este lema por primera vez, al principio me pareció poco claro. Pero como en los Servicios Divinos y en los «Pensamientos Guías para el Servicio Divino» él explica continuamente sus pensamientos al respecto, se me ha vuelto más claro. Así también en el primer artículo de los Pensamientos Guías de este año. El texto bíblico de 1 Corintios 1:5-6 habla de que la prédica acerca de Cristo ha sido confirmada entre los creyentes. Entonces tuve que pensar en el Apóstol Pedro y sus palabras con las que se enfrentó ante los adversarios del Evangelio. En Hechos 4:13 leemos: «Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús». Tanto la doctrina como también Jesús mismo deben haber impresionado tanto a los discípulos que, cuando predicaban o hacían algo, todos reconocían de inmediato que habían sido inspirados por Cristo.
«Ricos» también describe un estado que se caracteriza por una abundancia de cualidades buenas o deseables. La leche es, por ejemplo, «rica» en calcio. Se habla de países que tienen «ricas» reservas de petróleo. Rico en Cristo significa, entonces, que se han desarrollado en alguien determinadas virtudes cristianas que lo hacen parecerse a Cristo. Todo el Nuevo Testamento informa sobre las virtudes de Jesús. Entre ellas están, entre otras, el amor, la paciencia y la castidad. Jesús las sintetizó en el doble mandamiento del amor: «Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente… Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo“ (parte de Mateo 22:36-40).
Con el paso de los siglos, esta riqueza divina se manifestó en diferentes medidas en muchas personas creyentes. Así también sucedió con un creyente en Uganda. A la edad de 14 años, Kizito Lukomera fue condenado a muerte por rehusarse a renunciar a su fe. La historia cuenta que Kizito recibió su condena de muerte contento y sonriendo. El jueves 3 de junio de 1886 (Ascensión), Kizito y otros once creyentes fueron envueltos en esterillas de madera seca y quemados vivos. Dicen que sus últimas palabras fueron: «Hasta siempre, estamos en el camino».
El joven Kizito quizás no dejó ningún bien material, pero una cosa es segura, era rico en Cristo. Su legado se vuelve claro cuando se está, como nosotros, en camino por África del Este.
Foto: Oliver Rütten