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En foco 13/2025: Transmitir la fe 

25 09 2025

Autor: Arnaud Martig

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Es tiempo de hacer el bien. Ayudemos a nuestros hijos a beneficiarse de nuestra propia experiencia. Este es el llamamiento que hace el Ayudante Apóstol de Distrito Arnaud Martig en relación con el lema para 2025. 

En su alocución anual, nuestro Apóstol Mayor expresó que “los padres solo quieren lo mejor para sus hijos. ¿Podríamos darle algo mejor a la próxima generación que enseñarles el amor de Jesús y el valor de la Iglesia de Cristo? Aunque hoy en día no sea fácil, démosles la oportunidad de aceptar su salvación y ayudémoslos a forjar su fe. Ya es hora de hacer el bien”. 

Una oportunidad para ello es enseñar el valor de la ofrenda y el sacrificio. Con demasiada frecuencia, guardamos silencio sobre este tema, privando involuntariamente a nuestros hijos de la oportunidad de experimentar el poder de Dios de manera personal y significativa. 

Hablemos abiertamente de nuestras propias experiencias de sacrificio y bendición. Nuestro testimonio puede inspirarlos a confiar en Dios como lo hacemos nosotros. Cuando se practican con sinceridad, las ofrendas y los sacrificios conducen a una fe más profunda y alegre. La forma más poderosa de enseñar esto es a través de nuestro ejemplo, que los niños observan más de cerca de lo que a menudo creemos. 

Jesucristo hizo el mayor sacrificio de todos. Dio su vida por nuestra salvación: la comunión eterna y perfecta con Dios y entre nosotros. Ninguna ofrenda o sacrificio que hagamos podría compararse con eso. Aunque le diéramos todo –todo nuestro tiempo, nuestra energía y nuestras posesiones–, nunca podríamos pagar lo que Él ha hecho por nosotros. Tampoco se requiere pago alguno. La salvación es un regalo de la gracia. Dios no nos debe nada, pero nosotros le debemos todo. Compartir esta verdad con nuestros hijos los ayuda a ver la ofrenda no como el pago de una deuda, sino como una forma de vivir con gratitud por un regalo que nunca se puede ganar. 

Es a través del espíritu de sacrificio que la Obra de Dios se ha establecido y sigue floreciendo. Pensemos en los muchos sacrificios que hicieron los pioneros de la fe al llevar el Evangelio a tierras lejanas, regiones desconocidas e incluso a las aldeas más remotas, donde hoy en día las comunidades siguen reuniéndose. Sin embargo, el sacrificio no solo se encuentra en la historia, sino que se ve en los actos cotidianos de fidelidad: cuando dedicamos nuestro tiempo a servir, elegimos el amor en lugar del resentimiento o soportamos la injusticia por el bien de la paz y la unidad. Dios ve y valora lo que puede pasar desapercibido para los demás. Y cuando nuestros hijos nos ven vivir de esta manera, aprenden cómo la fe da forma a la vida real. 

Hay un principio espiritual en juego: cuando pretendemos dar a Dios solo lo que nos sobra, a menudo nos encontramos con que nos falta incluso lo que necesitamos para nosotros mismos. Pero cuando apartamos primero su parte, experimentamos que lo que queda es suficiente. Dar el diezmo como nuestra primera prioridad es un acto de fe, una declaración de confianza en que lo que nos queda será suficiente, gracias a la ayuda de Dios. Enseñar esto a nuestros hijos les permite desarrollar una comprensión sana de la confianza, la diligencia y la gratitud desde una edad temprana. 

¿Cuál es nuestra motivación para llevar ofrendas a Dios? 

1. Amor a Dios: El amor de Dios hacia nosotros es incondicional e ilimitado. Él nos ofrece la salvación, permanece con nosotros todos los días y nos muestra una misericordia sin medida. Cuanto más lo alabamos en oración, más descubrimos su grandeza y la profundidad de su amor hacia nosotros. A cambio, nuestro amor a Él crece y la ofrenda se convierte en una expresión natural de este amor. Cuando los niños ven que nuestra ofrenda brota del amor, aprenden que la fe se basa en la relación, no en las reglas. 

2. Gratitud a Dios: Todo lo que tenemos, tanto espiritual como naturalmente, proviene de Dios. Incluso nuestros ingresos, que podemos atribuir a nuestros propios esfuerzos, se basan en la fuerza, el intelecto y las oportunidades que Él nos ha dado. Al expresar nuestra gratitud en la oración, nos volvemos cada vez más conscientes de lo mucho que hemos recibido: la lista es interminable. Devolver algo a Dios es una forma significativa de mostrar nuestro agradecimiento. Nuestros hijos verán que la gratitud es más que palabras; se expresa a través de la acción. 

3. Amor a la Obra de Dios: Dios no necesita nuestro dinero para proveer a su Iglesia, Él es todopoderoso. Pero deseamos contribuir al obrar de los Apóstoles, a la distribución de materiales didácticos, como los manuales de la escuela dominical, al equipamiento de las iglesias, a las reuniones de jóvenes y a muchas otras iniciativas que sirven para llevar la salvación a todas las personas. La ofrenda es una forma de apoyar activamente la Obra de Dios y muestra a la próxima generación que nos preocupamos profundamente por nuestra misión. 

No podemos dictar cómo Dios nos bendecirá; confiamos en que sus caminos son perfectos. Su máxima prioridad es nuestra salvación, pero a menudo también nos proporciona ayuda concreta en nuestra vida cotidiana, a través de soluciones inesperadas, fuerza, tranquilidad o apoyo material cuando más lo necesitamos. La actitud correcta aquí es buscar sinceramente el reino de Dios como nuestra primera prioridad (cf. Mateo 6:33). 

Sigamos compartiendo, dando y predicando con el ejemplo. Una vida fiel de ofrenda y sacrificio profundiza nuestra relación con Dios, llena nuestro corazón de alegría y fortalece nuestra confianza en Él, independientemente de nuestras circunstancias. Y a través de nuestro testimonio vivo, nuestros hijos se sentirán animados a descubrir lo mismo. Es tiempo de hacer el bien. 

25 09 2025

Autor: Arnaud Martig

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