Sobre el valor agregado de la experiencia propia y el esfuerzo cotidiano consciente, informa el Apóstol de Distrito Andrew H. Andersen (Australia). Pensamientos sobre el lema del año: «Vencer con Cristo».
Ya sólo pensar en una victoria hace levantar un sentimiento de alegría, sin importar de qué tipo de lucha de últimas se trata. En general se puede decir que una victoria requiere luchar y esforzarse. No alcanza con nada más que el deseo, ¡debemos entrar en acción!
La lucha totalmente personal
La vida cotidiana tiene preparado más de un desafío que debemos emprender y del que queremos salir vencedores. Esto compete a todas las personas y grupos etarios sin excepción; lo único que cambia es el desafío. Cada uno también debe decidir por sí mismo, cómo lo emprende. Delegarlo simplemente a un tercero, por lo general no es una opción. Debemos ser partícipes en la solución. Esto vale tanto en el aspecto físico como en el espiritual. Y en todos los desafíos, la fue puede cumplir un papel importante. Sólo lo podemos entender correctamente, si como hijos de Dios ya lo hemos experimentado.
El lema del año que nos dio el Apóstol Mayor para que nos podamos orientar en él, es por eso un lema muy especial: «Vencer con Cristo». No sólo nos inspira, sino que al mismo tiempo nos trae confianza porque nos recuerda constantemente que Cristo está con nosotros en todas las situaciones difíciles. La lucha debemos emprenderla nosotros mismos, Él no lo hace por nosotros, pero está con nosotros y nos muestra cómo podemos conseguir la victoria. La clave para la victoria es vincularse con Cristo en la fe y después, perseverar en ello.
¿Sólo una historia o una experiencia personal?
No es tan sencillo que los demás sean partícipes de la mayoría de nuestras victorias. Explicarle a alguien por qué nos alegramos tanto es difícil porque él mismo no fue el que tuvo que resolver la tarea y por eso no puede disfrutar tanto de la victoria como nosotros. Aunque compartamos nuestras vivencias en los medios sociales, para los demás son sólo historias y no experiencias vividas por ellos mismos. No tenemos que presentar nuestras victorias como trofeos, sino mejor alegrémonos porque Cristo está siempre tan dispuesto a ayudarnos.
Un dirigente de una comunidad me informó sobre una joven hermana que le había contado bajo lágrimas que no podía participar de la conferencia de la juventud. Su empleador se rehusaba a darle vacaciones para «algo así». Cuando estábamos dando la bienvenida a la conferencia, de pronto esta hermana se nos acercó. Estaba radiante y las lagrimas corrían por sus mejillas. La pregunta de cómo había conseguido estar aquí, era superflua. Su sonrisa irradiando alegría lo decía todo.
Esfuerzo cotidiano
Un grupo de jóvenes había venido de los estados insulares de Samoa Americana y Samoa para la jornada de juventud. Por propia iniciativa habían diseñado remeras con la impresión bien legible de: «Victoria con Cristo». Al final de la jornada me entregaron una de esas remeras firmada por todos los jóvenes, con las palabras: «Tiene que saber que todos nos esforzamos para vencer con Cristo». ¡Qué maravillosa perspectiva para la Iglesia del futuro!