Dar la gloria a Dios es más que alabar y glorificar. Pues el que reconoce los milagros, también puede realizar milagros. Lo pone en claro el Apóstol de Distrito Raúl Montes de Oca (Brasil/Bolivia).
«Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!» (Lucas 19:37-38).
Este pasaje bíblico nos remite a un instante muy especial en la vida del Señor. Son los momentos previos a su entrada a Jerusalén para ofrecer su sacrificio.
Vemos en primer lugar que, impulsados por la alegría de todo lo vivido junto al Señor, los discípulos comenzaron a glorificar a Dios. También vemos que esa alegría hecha alabanza tomó estado público, no la ocultaron, alababan a grande voz. Fue de tal manera que originó una reacción contraria en los fariseos (versículo 39).
No resulta difícil hacer un paralelo con nosotros y nuestra actualidad. También nos encontramos en el tiempo previo a nuestra entrada a la Jerusalén celestial, cuando accederemos a las promesas del Señor.
Las maravillas que experimentamos también generan en nosotros un gozo único que nos lleva a alabar a Dios, nuestro Padre. De la mano de los milagros que contemplamos y vivimos, surgen las fuerzas que nos habilitan para también nosotros realizar milagros.
Un milagro es un hecho fuera de lo normal, que no es común. ¿No es acaso anormal en este tiempo, donde reina el egoísmo, que podamos perdonar simplemente por amor a nuestro prójimo?
También queremos «hacer pública» nuestra glorificación a Dios a través de un obrar coherente con el Evangelio.
Siempre habrá voces contrarias y encontraremos oposición, pero cuando el gozo en el Señor nos impulse a alabarlo a través de nuestro obrar, estaremos cumpliendo sus palabras de Mateo 5:16: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».