Sobrellevar el día, encontrar un buen empleo, ser exitoso, son deseos de los jóvenes en el Congo. Ruegos que lamentablemente muchas veces no se cumplen. Los hermanos y hermanas de la juventud piden la ayuda de Dios. El Apóstol de Distrito Tshitshi Tshisekedi (RD Congo Sudeste) responde.
En la República Democrática del Congo el período de las vacaciones de verano fue motivo para que profundizásemos en el lema del año: «Ser fieles a Cristo».
Una de las preocupaciones más grandes de nuestra juventud es su futuro, en un entorno socioeconómico difícil, donde cada día son confrontados con grandes desafíos para poder posicionarse en la sociedad.
En virtud de tales limitaciones se levantan en ellos sentimientos de culpa y a veces incluso buscan soluciones especiales para sus problemas. Analizan su vida espiritual en la Iglesia y le preguntan a Dios por qué su situación aún sigue sin mejorar.
Naturalmente, no tenemos una receta patentada para encontrar soluciones a sus padecimientos, sino más bien estímulos para que sigan confiando en el Señor.
Este encuentro de la juventud tuvo como base el texto bíblico de Mateo 19:20, y su lema fue: «Me mantengo fiel al Señor». A pesar de todo lo que hemos enumerado, la juventud es convocada a «seguir manteniéndose fiel al Señor», pues no alcanza sólo con guardar los mandamientos, el seguimiento al Señor es indispensable para nuestra salvación.
Todas las preocupaciones por el futuro que tiene nuestra juventud fueron resumidas en la respuesta del joven rico al Señor: «Todo esto lo he guardado. ¿Qué más me falta?».
Sin embargo, no es una fórmula mágica a la que deben agregarse los ingredientes que faltan para obtener la solución final, sino un llamamiento a mantener el seguimiento al Señor Jesucristo; como Él:
Sed humildes
Nuestra juventud se inclina a querer enumerar todo lo que ya hizo en la Obra de Dios, las ofrendas que trajo, el llevar a la práctica estrictamente la enseñanza recibida durante los Servicios Divinos, la generosidad, y otras cosas más, para decir luego al final: después de hacer todo esto, ¿por qué todavía no me va bien? El que es humilde no enumera todo lo que hizo, no pregona todo como los hipócritas, sino que se sigue comprometiendo en silencio, sabiendo que su compromiso en la Obra del Señor nunca alcanzará el nivel del compromiso del Señor que Él sigue disponiendo para nuestra salvación.
Sed pacientes
La velocidad con la que la ciencia logra progresos, pone en peligro nuestra relación con el Señor, pidiéndole que Él resuelva todo a la velocidad de la luz, así como acontece con la fibra óptica. Escuchamos que los jóvenes dicen: «Se me está por terminar la paciencia», pero el Señor te recuerda que será salvado el que persevera hasta el fin. Si nuestra salvación depende de ello, tenemos paciencia y no contamos el tiempo que pasamos en la Obra del Señor.
La impaciencia lleva a nuestra juventud a practicar el trueque espiritual. Lamentablemente en nuestro entorno en el Congo todavía existe esta forma de trueque espiritual: «Si te quieres casar, deja tu fe nuevoapostólica. Comparte mi fe y me casaré contigo. Si quieres trabajar, ven a mi confesión. Quieres éxito, olvida las historias sobre los Apóstoles y te mostraré el camino corto para llegar rápido a esta meta…». Muchos ceden ante tales ofrecimientos, están dispuestos a cambiar su fe por una ventaja social. Nuestra salvación no tiene el valor de un guisado de lentejas.
Sed alegres
Muchos en el círculo de la juventud perdieron a sus amigos, están paralizados por el entorno difícil que les toca vivir, los años pasan y ya están mayores, y dicen que las circunstancias los sobrepasaron. Están desesperados por su futuro; nos quieren dar a entender que para tener éxito se necesitan contactos influyentes en la sociedad para «vincularlos», es decir en su jerga: «Contactos que les puedan hacer más fácil la vida material». El paralítico en el estanque de Betesda había esperado casi 38 años ese contacto humano. No lo había recibido, pero cuando pasó a su lado el Señor, encontró la solución de su problema sin necesidad de usar el estanque. Jesús no está para hacer más fácil la vida material, pero si ponemos toda nuestra confianza en Él nos ayudará a superar la desilusión y a concentrarnos en la meta de nuestra fe. La falta de alegría nos hace bajar del nivel del que practica la fe al de aquel que sólo cree.
Practicad el amor al prójimo
Si sigo así, corro el riesgo de que primero tengo que encontrar una solución para todas mis preocupaciones antes de interesarme por los demás. Aunque una de las recomendaciones del Señor al joven rico es la siguiente: «… amarás a tu prójimo como a ti mismo», lo que molestó al joven no fue el hecho de tener que vender sus bienes, pues conocía mucho de negocios, y en este mundo vale la regla de «no perder nunca», sino que Jesús le pidió que se los diese a los «pobres». Aquí está la dificultad, que uno le debe dar a aquel de quien no puede esperar nada a cambio. Es posible que cada uno se olvide un poco de sí mismo y se tome tiempo de ocuparse del otro, que también necesita la salvación. Este llamado está dirigido a cada uno, que profundice en el trabajo de evangelización, para dar testimonio de la Obra del Señor en el apostolado de hoy. El prójimo también está en el mundo del más allá; este es un pequeño recordatorio para que el Servicio Divino en ayuda para los difuntos vuelva a encontrar su lugar entre las prioridades de la fe.
En contraste con el joven rico, le decimos hoy al Señor, como María le dijo al ángel: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra». Que cada joven sea un alma que siempre esté dispuesta a servir al Señor. Este es mi deseo.
Foto: Oliver Rütten