A principios de año nadie podía imaginar lo que estaba por venir: La pandemia del coronavirus ha alterado muchas cosas, pero no nuestros esfuerzos por alcanzar el reino de Dios, dice el Ayudante Apóstol de Distrito John Sobottka de Canadá.
Cuando a principios de año fue publicado nuestro lema para el año “Cristo nos hace libres”, nadie podía adivinar todo lo que estaba por venir. Como siempre, como hijos de Dios teníamos grandes esperanzas y expectativas para el próximo año. Como portadores de ministerio, comenzamos a aplicar y afirmar el lema dónde y cuándo era posible. En sus Servicios Divinos, el Apóstol Mayor enfatizó y profundizó la idea de que Cristo nos hace libres. Las cosas sucedieron y se desarrollaron en gran medida como se habían planeado y se esperaban.
Luego, unas ocho semanas después del primer Servicio Divino del año, ocurrieron acontecimientos completamente inesperados que cambiaron el mundo tal como lo conocíamos hasta ese momento. El coronavirus cambió casi todos los aspectos de la vida en todo el mundo, incluyendo la dinámica espiritual que debía tener en nuestro interior el lema anual “Cristo nos hace libres”. Por supuesto, los fundamentos siguen siendo los mismos: Dios es libre, Cristo hace libre, nosotros también podemos ser libres. Pero el hecho de vivir con una pandemia mundial, que nos quitó muchas de las libertades que conocíamos, sin duda nos llevó a hacer un balance de nuestra vida, de lo que hacíamos y de cómo continuarían las cosas. Muchas de las libertades que amábamos, como viajar, ir al trabajo, hacer deporte, reunirse con amigos, salir a comer, todas estas cosas de repente ya no eran posibles. Muchas cosas que eran sobreentendidas de repente se volvieron imposibles. Todo había cambiado completamente.
Muchas de nuestras libertades se perdieron o se restringieron drásticamente. Para nosotros, una de las mayores consecuencias fue que ya no teníamos Servicios Divinos, ni perdón de pecados, ni Santa Cena, ni vida con la comunidad, ni escuela dominical. Esto cambió por completo nuestro mundo. En este tiempo nos resultó difícil hablar de la libertad y luego confirmar y consolidar esta idea. Luego nos concentramos en lidiar con la nueva realidad. Gracias a nuestro Padre celestial, también se encontraron formas y medios para no perder de vista nuestra realidad espiritual actual, tampoco en el futuro. Llegamos a la conclusión de que incluso bajo las condiciones de una pandemia, es realmente posible la libertad en Cristo.
Los tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. ¡El Señor ayudó! Se ocupó de que continuemos recibiendo todo lo necesario para nuestra salvación. En muchas regiones, incluso más personas participaron en los Servicios Divinos por Internet que en los Servicios Divinos de nuestras iglesias en tiempos normales. El Espíritu Santo continuó estando activo y nos dimos cuenta de que “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (parte de 2 Corintios 3:17). Y cuando lo permitimos y lo queremos, el Espíritu del Señor continúa transformándonos.
Esta libertad no ha sido arrebatada por la pandemia. Nos hemos dado cuenta, aún más, de que seguimos siendo dueños de nuestro propio destino, aunque muchos habían perdido la esperanza y el mundo a nuestro alrededor era un caos. Como hijos de Dios, seguimos mirando al futuro con confianza y podemos servir libremente a nuestro Padre celestial. El servicio a nuestros semejantes ha recibido un nuevo enfoque más intensivo. Solo por el amor de Cristo podemos hacer buenas obras que se manifiestan en buenas acciones para nuestro prójimo. En la “nueva normalidad” hemos aprendido a adaptarnos y a mantenernos en contacto y a encontrar formas innovadoras de hacerlo. Nadie necesita sentirse aislado o solo, o sentir que le han “robado” su libertad.
Ahora, en muchas iglesias los Servicios Divinos de nuevo se están llevando a cabo y hay muchos desafíos con los que nos enfrentamos. El Apóstol Mayor recientemente sirvió con el texto bíblico de 1 Pedro 5:7: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Cristo nos quita nuestra ansiedad y nuestras preocupaciones. Pedro incluso nos dice que echemos nuestra ansiedad sobre Dios, tanto material como espiritual. Hagámoslo con toda humildad y con gran determinación, y entonces tendremos éxito. Él es el más grande y nos conoce a nosotros y a nuestras luchas y necesidades mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Si lo ponemos a Él primero, todo lo demás recaerá sobre nosotros. Lo experimentamos una y otra vez con nuestros hermanos y hermanas. No dejan que nada los distraiga de su relación con el Padre celestial. Las condiciones de vida, aunque se vean dificultadas por la pandemia, no les impiden estar en la libertad que Cristo les ha concedido.
Somos dueños de nuestro destino y seguimos luchando por la libertad perfecta: el reino de Dios y la comunión eterna con Él.