Existe una diferencia esencial entre un reportero y un testigo. El Apóstol de Distrito Mark Woll (Canadá) explica su singularidad y formula una tarea clara para los cristianos.
Confesamos nuestra fidelidad a Cristo siendo sus testigos. Él mismo dijo que seremos sus testigos (Hechos 1:8). Existe una gran diferencia entre un reportero y un testigo. Donde un reportero relata o escribe algo de lo que ha escuchado de otros, por lo general, con posterioridad, un testigo ocular lo informa por haberlo visto con sus propios ojos o por experiencia propia. Esto a menudo va unido a mucha pasión y vehemencia, ya que lo vivido deja una gran impresión sobre esa persona.
Como hijos de Dios hemos experimentado el amor de Cristo de primera mano. Hemos vivido su presencia en palabras y Sacramentos, y estos encuentros con Él nos impulsan a contar regularmente sobre sus grandes obras. Por otro lado, a veces uno casi se tienta a hablar de los éxitos del maligno, de las cosas de las que los medios hoy en día están llenos. Preguntémonos lo siguiente: ¿De qué hablamos en la vida cotidiana, cuando estamos en el círculo de nuestros hermanos o en el trabajo? ¿De qué hablamos en el círculo de nuestros amigos? ¿Qué posteamos en los medios sociales?
Los testigos no hablan sobre sí mismos, sino de lo que han vivido. ¿Cómo son nuestras palabras y nuestras obras? ¿Dan testimonio de lo que han vivido con Cristo?
De la Primera Guerra Mundial se dijo que sería la guerra que iba a poner fin a todas las guerras. Sin embargo, le siguieron muchos otros conflictos y guerras. Incluso la anunciada gran tribulación posiblemente no alcanza para que las personas se confiesen a Cristo. Recién cuando experimenten a Cristo en forma personal –sea hoy o en el milenario reino de paz–, se entregarán a su amor y gloria.
Por eso, examinémonos constantemente si brilla en nosotros la imagen de Cristo y seguimos siendo fieles testigos de Cristo. De esta manera, los hombres podrán experimentar a Cristo ya hoy a través de nosotros.
Foto: Oliver Rütten