El Apóstol de Distrito Enrique Eduardo Minio (Sud América) se pregunta qué tienen en común personas de diferentes culturas y con diferentes idiomas. Y encuentra la respuesta.
Cuando en el inicio del año recibimos del Apóstol Mayor la palabra guía “Juntos en Cristo” fuimos enseñados que el camino es la comunión con el trino Dios, la comunión en el Servicio Divino, la comunión de unos con otros y la comunión de vivos y muertos. Es decir, las acciones del lema están centradas en la palabra “comunión”.
Una de las definiciones de “comunión” en el diccionario es: “Participación en lo que se tiene en común”. Tú y yo posiblemente vivimos en países diferentes, hablamos idiomas diferentes, nuestras culturas son diferentes, entonces, ¿qué tenemos en común?
La respuesta para los hijos de Dios es: Tenemos en común a Dios quien nos regaló una promesa, que deriva en una esperanza. Esto va más allá de nuestra nacionalidad, idioma o cultura y es ¡Cristo viene a buscarnos y deseamos todos alcanzar dignidad para ser partícipes de ese día!
Una vez más queremos volver sobre la enseñanza de las Sagradas Escrituras. Dice de los primeros discípulos en los Hechos 1:4: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”. ¿Cuál fue la reacción de ellos a esta palabra? Las Escrituras dicen: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1). Claramente, los primeros discípulos confiaron en la promesa de Jesús y esperaron que llegara el “poder desde lo alto” (cf. Lucas 24:49) “unánimemente juntos” (uniendo sentimientos y voluntad).
Como ellos, nosotros también tenemos la hermosa promesa: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). El camino es el que nos ha marcado nuestro Apóstol Mayor: Permanecer “juntos en Cristo” en el entorno adecuado. Confiemos tal como lo hicieron nuestros antepasados.
Dios nos invita –no nos impone– a reflexionar sobre aquello que aún debemos aprender para lograr la unidad que Él espera en nosotros: amarnos unos a otros, ayudarnos unos a otros, orar unos por otros. Un canto también responde la pregunta: ¿Qué tenemos en común? Dice: “Nos une el amor con que Cristo llenó nuestro fiel corazón; unidos con Él nos sentimos con lazo ferviente de amor”.
¡Sigamos esforzándonos para aprender a caminar juntos en Cristo! ¡Tenemos en común un tesoro invalorable que deseamos alcanzar!
Foto: INA Sud América