En foco 4/2023: Reinar en nuestra propia vida
Servir con Cristo, está claro, pero el hecho de reinar da dolor de cabeza a más de un cristiano nuevoapostólico este año. El Apóstol de Distrito Rüdiger Krause (Alemania del Norte y del Este) explica el significado de reinar en su artículo de “En foco”.
Nuestro Apóstol Mayor ha dado el lema para este año: “Servir y reinar con Cristo”. Me puedo imaginar que este lema ha provocado algunos sentimientos de desconcierto en algunos. Servir con Cristo es aceptado y apoyado por todos nosotros. Pero, además de eso, reinar con Cristo suscita interrogantes y quizá un sentimiento de malestar. Reinar significa gobernar, dirigir y tal vez incluso juzgar. También significa administrar o hasta mandar. En realidad, todo esto no forma parte de nuestra comprensión de la fe y necesita ser un poco iluminado.
Los pensamientos de nuestro Apóstol Mayor se dirigen al reino de paz. Allí debemos reinar con Cristo. Sin embargo, me parece significativo que el lema aborde en primer lugar el servir. En el contexto del reinar, también debería ser claramente evidente el servir. En el reino de paz se trata de predicar el Evangelio. No se trata de reinar en el mundo, sino, según nuestro Apóstol Mayor, de dar testimonio de la supremacía de Cristo. Nadie impedirá que aquellos que hayan sido arrebatados por Cristo prediquen el Evangelio. Aquí radica el foco de un poder que reine, que no se puede detener para la buena causa.
Esto tiene implicaciones para nuestra vida hoy. Hoy servimos en el Servicio Divino o a través de nuestra colaboración y, no menos importante, a través de nuestra ofrenda. Servimos aceptando a nuestro prójimo y tratándolo con amor. Pero reinar en nuestra vida hoy también significa gobernar nuestra propia vida y subordinarla a la voluntad de Cristo.
Con estos pensamientos, el reinar adquiere una cualidad distinta y ya no tiene nada que ver con un estricto gobierno despótico o dictatorial. Se trata de cumplir el mandamiento de Cristo, tanto hoy como en el reino de paz. Y este mandamiento sigue siendo un mandamiento y, por lo tanto, una ley para alcanzar la meta de la fe.