“¿Por qué?”. Algunas veces pronunciada solo por curiosidad, otras veces gritada por pura desesperación, se la considera una de las preguntas más frecuentes. Una prédica sobre cómo manejarse con lo inexplicable.
El domingo 11 de julio de 2021 se reunió una comunidad extraordinaria: el Apóstol Mayor en el altar en Zúrich (Suiza), el Apóstol de Distrito John L. Kriel y los músicos en la iglesia de Silvertown (Sudáfrica), y los hermanos en la fe participando en Zambia y Sudáfrica en sus comunidades o en casa a través de la radio y la televisión. La base de la prédica fue de Salmos 73:23-24: “Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria”.
El salmista Asaf y Job compartieron su destino: ambos dudaron del amor de Dios. Uno porque vio que los malos tenían una vida mucho más agradable que él, que servía a Dios, y el otro porque cayó en múltiples desgracias que él mismo no podía explicarse.
Incertidumbre y duda
El Apóstol Mayor Schneider explicó con la ayuda de ejemplos que los creyentes de hoy en día también pueden caer en esas dudas:
- Experimentando una gran desgracia: “¿Por qué, Dios, no has respondido a mis oraciones? ¿Por qué no me has ayudado?”.
- Reconociendo que el destino de los malos es mucho mejor que el nuestro: “Los que no se preocupan por los mandamientos de Dios tienen una buena vida. Son ricos, están sanos, son prósperos, lo tienen todo y yo no tengo nada”.
- Sintiendo que la Iglesia no satisface las necesidades de los creyentes: “No habléis del futuro. Hablemos del presente. Necesito ayuda, ahora mismo”.
- Sientiéndose consternado de que los portadores de ministerio y los miembros de la Iglesia son imperfectos: “Los portadores de ministerio, los hermanos y las hermanas están lejos de ser perfectos. Y pasan muchas cosas que no deberían pasar. ¿Esto es la Obra del Señor?”.
Primeros auxilios
“Hermanos y hermanas, ¿qué debemos hacer? Debemos ser sabios como lo fue Job y como lo fue Asaf”. Cuando todo se desmadra, cuando faltan respuestas y orientación, el Apóstol Mayor recomienda:
- Mantener el contacto con Dios: “¡No te rindas! Sigue hablando con Dios. Puedes contarle todo. Dile que no estás satisfecho. Dile que ni siquiera puedes creer en su amor, en su existencia. ¡Pero eleva tu oración a Él!”.
- Orar para pedir la ayuda divina en lugar de una explicación: “Y luego dale al Espíritu Santo la oportunidad de responder. El Espíritu Santo necesita tiempo y silencio para responder”.
- Tomarse tiempo para reflexionar: “Reflexiona sobre tu alma, sobre tu fe, y deja que el Espíritu Santo actúe en tu corazón. ¡Él le responderá! Y siempre que sea posible, ve a la Iglesia y escucha la palabra de Dios”.
Apoyo duradero
Y para el tiempo fuera de la angustia espiritual inmediata también hay consejos sobre cómo manejarse con las preguntas sin respuesta, el sufrimiento y la angustia. El máximo dirigente de la Iglesia se refirió al salmista Asaf y pidió no centrarse exclusivamente en el propio destino. En su tiempo, Asaf salió de su casa y fue al templo. Tomó conscientemente una perspectiva diferente y eso es lo que el Espíritu Santo enseña también hoy:
- La desgracia no es un castigo, sino una consecuencia de la caída en el pecado: “Las circunstancias por las que pasas no son necesariamente una consecuencia de tu comportamiento, porque muchas otras personas pasan por la misma situación. Y todos somos diferentes, así que no puede ser que los pecadores sean castigados y los creyentes sean bendecidos”.
- El amor de Dios no preserva del sufrimiento, sino que ayuda a afrontarlo: “Recuerda que el propio Hijo de Dios, Jesucristo, tuvo que sufrir. Y eso no fue definitivamente una falta de amor o interés de Dios”.
- Jesucristo libera del mal: “Piensa en el plan de Jesús. Quiere acabar con el diablo. Quiere liberar a los seres humanos del dominio del pecado. Quiere sacarte de este mundo gobernado por el pecado y llevarte a su reino donde no hay sufrimiento”.
- Dios advierte de los ataques: “Recuerda que Jesús dijo que los que creen en Él y lo siguen serán atacados. Cada vez tendrán que sufrir. El maligno aprovechará el momento difícil para atacar su fe”.
La conclusión del Apóstol Mayor: “Recordemos: el Señor no nos condena cuando somos débiles y las dudas nos atormentan. Sigamos hablando con Él. En lugar de exigirle una explicación, pidámosle humildemente que nos apoye. Cada encuentro con Dios nos permite conocerlo mejor. ¡Los que realmente conocen a Dios, confían en Él!”.