Gracias por lo que soy, por lo que puedo hacer y por lo que tengo
Decir gracias es una cualidad noble del ser humano. Agradecemos por un regalo inesperado, por tener buena salud, por una ayuda obtenida o por un recuerdo agradable. «En un corazón agradecido reina eternamente el verano», escribió en uno de sus poemas Celia Thaxter.
¿Cómo puede expresar su agradecimiento el cristiano creyente? Así dice la pregunta central de los Servicios Divinos nuevoapostólicos del mes de julio.
Gracias por la bendición
Por ejemplo, ofrendando a Dios, es una de las respuestas. La ofrenda, en el sentido cristiano, no debería hacerse esperando una retribución, sino por agradecimiento y amor a Dios. Esto, por cierto, no es una práctica del todo sencilla. «De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti», ya lo dijo Jacob en el principio de los tiempos (Génesis 28:22). El que ofrenda a Dios voluntariamente por amor y agradecimiento, lo hace de múltiples maneras. Ofrece dones materiales, tiempo, fuerzas y talentos sin esperar una contraprestación de Dios a cambio. La bendición resultante es en primera línea de naturaleza espiritual.
Gracias por el envío de los Apóstoles
El Servicio Divino del tercer domingo hará recordar el 14 de julio de 1835. Ese día ocurrió un suceso importante en la historia moderna de la Iglesia: se completó el círculo de los doce Apóstoles ingleses. Dice al respecto un informe: «Es la mañana del 14 de julio dei 1835, un domingo. En la iglesia central de Londres, los creyentes reunidos esperan que se complete el número de los Apóstoles. En este día tiene que suceder, así creen. Su paciencia es puesta a dura prueba». La fecha para que esto sucediese ya había sido establecida de antemano por una profecía. Quien en realidad estaba previsto para el ministerio de Apóstol, David Dow, no llegó. En su lugar, se pidió que se parasen delante de la comunidad dos acreditados Obispos. Uno de ellos, Duncan MacKenzie, fue nombrado por una profecía como el Apóstol número doce. De esa manera, se completó el número de los doce. Se subordinaron a ellos solemnemente el mismo día los dirigentes de las siete comunidades de Londres. ¡Un largo camino para llegar hasta allí!
Gracias por la Santa Cena
Otro motivo de agradecimiento es la Santa Cena. Jesucristo llega a su comunidad. Por las palabras del Pastor se les agregan al pan y al vino el cuerpo y la sangre de Cristo. ¡Dios está presente! Festejarla dignamente recuerda lo que hizo el Hijo de Dios con su muerte en sacrificio por la humanidad. Queda claro que el agradecimiento y la recordación van juntos. Cuando la comunidad celebra la Santa Cena, agradece y al mismo tiempo recuerda lo que ha hecho el Hijo de Dios. Todos los que participan del cuerpo y la sangre de Cristo con agradecimiento, anuncian a los hombres la muerte del Señor hasta que Él venga otra vez.
Gracias por la comunidad
Finalmente, agradecemos a Dios por nuestra colaboración en la comunidad. Los creyentes se fortalecen y consuelan mutuamente dando el ejemplo, orando y aceptándose unos a otros sin reservas. «Fortaleciéndonos mutuamente», es aquí el lema. «Para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí», escribe Pablo en la epístola a los Romanos (cap. 1:12). Y efectivamente, en una comunidad hay buenos dones, incluso en las comunidades más pequeñas. Hay quienes oran más, hay ejemplos, hay vecinos en la fe amorosos y comprensivos, hay personas trabajadoras y dispuestas a ayudar. Todos ellos se fortalecen mutuamente, todos ellos son la comunidad.
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