
El perdón es una de esas cosas. A menudo oímos hablar de él en los Servicios Divinos. Pero menos a menudo oímos hablar de cómo debemos hacerlo. Jesús lo demostró en la historia del Viernes Santo. Aquí un pequeño truco que podemos imitar.
Era un vendedor de muebles y un hombre bastante sabio. Su trabajo lo obligaba a tratar con clientes enfadados. Pero su sabiduría no solo lo ayudó a lidiar con esas agresiones, sino que también me ayudó a mí a aceptar por fin un versículo bíblico que me había estado causando verdaderos dolores de cabeza.
Entre la ignorancia y la intención
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, oraba Cristo en la cruz mientras la multitud se burlaba de Él (Lucas 23:34). El “perdónalos” tiene sentido. Al fin y al cabo, Jesús había exhortado repetidamente a amar a los enemigos. Así que era lógico que mientras moría en la cruz siguiera practicando lo que predicó.
Pero ¿por qué iba a pedir a su Padre que los perdonara solo porque no sabían lo que hacían? Esto recuerda a las excusas que ponen los niños que han hecho algo mal: “No lo hice a propósito”. Eso es lo último que nos faltaba. Pero ¿y si el mal se hace a propósito, por ira, enojo o incluso venganza? ¿Hay responsabilidad plena y no hay perdón?
Testigos que se contradicen
Este versículo bíblico ha causado problemas desde que existe el Nuevo Testamento. Así lo demuestran numerosos manuscritos. Porque no existe un original del Libro de los Libros, sino solo copias y copias de copias. Y estos manuscritos a veces difieren. Una de las desviaciones más significativas se encuentra aquí mismo, en el “Perdónalos, porque…”.
La mitad de los manuscritos –códices y papiros– no contienen esta frase, pero la otra mitad sí. ¿Han suprimido o agregado algo quienes los copiaron? La ciencia lleva décadas debatiendo esta cuestión. Y se inclina por lo primero. Porque es más probable que un copista prefiera suprimir una frase difícil antes que agregarla.
Firmemente anclado desde el principio
De cualquier manera, no hay forma de eludir la oración del perdón de Jesús.
Pedro partió de esa base cuando predicó el arrepentimiento en el templo de Jerusalén: “Sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes”. Y Pablo se refirió a ello cuando explicó el plan de salvación de Dios en la sinagoga de Antioquía: “Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas […], las cumplieron”.
Por último, estaba Esteban, que tomó como ejemplo la intercesión de Cristo cuando fue lapidado: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.
Cambio de perspectivas
Pero, por favor, ¿qué significa aquí la “ignorancia”? La élite de Jerusalén sabía exactamente lo que ocurriría si entregaban a un “rebelde” a las fuerzas de ocupación. Los soldados romanos sabían muy bien, por mil años de práctica, qué agonías causaba su trabajo. Y el pueblo también sabía que no se trataba de una obra de teatro.
Por otra parte, a las autoridades judías no les servía de nada una chispa en el polvorín de una ciudad abarrotada por la Pascua. El Imperio Romano no podía tolerar ninguna agitación política o religiosa. Y la gente de la calle acababa de ver morir a otro malhechor.
A favor y no en contra
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. No se trata de un enunciado doctrinario sobre el pecado y la culpa, sino del increíble acto de perdonar en medio de la injusticia y el sufrimiento. El amor de Cristo no espera a que los infractores se den cuenta y se arrepientan; da su perdón por adelantado.
¿Cómo podemos inspirarnos en Él? Mirando cómo lo hizo Jesús: se hizo a un lado como víctima y en su lugar apareció como mediador. No se levantó en contra de sus ofensores, sino a favor de ellos.
Y eso nos lleva de nuevo al vendedor de muebles y a su sabiduría. Contrarrestó la agresividad de los denunciantes con un pequeño pero eficaz pensamiento: “¿Cómo puedo ayudar a esta pobre persona?”.
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