La salvación de Dios es invisible. Pero por la oración y la fe de los cristianos debe hacerse visible de manera que los hombres puedan ver la salvación. El Apóstol Mayor Schneider con un llamamiento a las comunidades.
El domingo 26 de junio de 2015, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider celebró en Moldavia el segundo Servicio Divino de su viaje por ese país del sudeste europeo. En la capital Chişinău, la máxima autoridad de la Iglesia se reunió con 236 creyentes. Basó su prédica en una palabra del Antiguo Testamento: «Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol» (Éxodo 17:11-12).
Luchar contra el mal y vencer con Cristo
La lucha de Israel contra Amalec es un símbolo de nuestra propia lucha contra el mal, manifestó el Apóstol Mayor. «Esta lucha no nos la puede quitar nadie. Cada uno de nosotros debe luchar por sí mismo en la lucha de la fe». Pero la victoria nadie la consigue solo. «Dependemos totalmente de Cristo, la victoria viene de Él».
Israel era fuerte en la lucha cuando estaba visible la vara de Moisés. Esta vara es el símbolo de tres señales especiales:
- la señal del llamamiento de Dios: ya antes de la lucha, Dios demostró su poder frente al faraón y al pueblo de Israel por medio de la vara que se convirtió en serpiente.
- la señal de la redención de Dios: en la huida de Egipto, Moisés separó el Mar Rojo con la vara, allanándoles el camino.
- la señal de la presencia y el desvelo de Dios: en la marcha por el desierto, Moisés golpeó la peña con la vara; con el agua que fluyó se abasteció al pueblo.
En la lucha, Moisés debía mantener en alto la vara. «Mientras luchaban, se le debía hacer recordar a Israel: No estáis aquí porque queréis. Estáis aquí porque yo os he llamado. Yo soy el Dios todopoderoso que os ha salvado del enemigo. Yo estoy presente y me ocupo de vosotros».
Seguridad en la lucha contra el mal
Para los creyentes de la actualidad rige lo mismo: «Tomemos fuerzas de nuestra fe, la fe en Jesucristo. Nosotros luchamos porque Jesús nos ha llamado para hacerlo. Jesús nos dijo: ‘Sal de este mundo, lucha contra el mal'». Pero no sólo hay un envío para luchar, sino también las seguridades correspondientes: «Nosotros creemos que Jesucristo está presente en su Obra, que Él siempre se ocupa de nosotros, y en la palabra y el Sacramento nos da las fuerzas que necesitamos para conseguir la victoria».
Luchar por la salvación divina
Pero la batalla contra Amalec también podría ser considerada un símbolo de la lucha que deben emprender todas las personas para alcanzar la salvación divina. Jesús envió a sus Apóstoles para que
- convoquen a los hombres a que se reconcilien con Dios: «¡Reconciliáos con Dios! ¡Salid del mundo y venid a mí!»
- anuncien la victoria de Cristo: «Jesús murió por nosotros, Él nos salva».
- manifiesten la presencia de Cristo en su Iglesia y dispensen los dones divinos: «Los Apóstoles también anuncian que Jesucristo está presente en su Iglesia y da las fuerzas para obtener la victoria».
«Mas los Apóstoles no pueden realizar la tarea solos. Nosotros debemos apoyarlos, así como Aarón y Hur hicieron con Moisés. Toda la comunidad ha sido llamada para colaborar y ayudar», mencionó la máxima autoridad internacional de la Iglesia. Lo invisible se vuelve visible si los creyentes:
- reconocen en su prójimo a un alma a la que Jesús quiere redimir: «Hasta si tengo delante mío a una persona mala, no debería olvidar que también a ella Jesucristo la quiere salvar, también para esa persona Él murió».
- creen en la victoria de Cristo: «No permitimos que el maligno nos paute nada. Nuestros mandatos los buscamos de Jesucristo. Él es el más fuerte; esto debería reconocerse en nuestra forma de ser».
- buscan la comunión con Cristo en el Servicio Divino: Pero cuando las personas notan: ‘Ese va una y otra vez al Servicio Divino y cuando vuelve algo cambió en él’, entonces algo ha sucedido. Ha tenido un encuentro con el Señor».
«Nuestra misión es orar por nuestros contemporáneos y por las almas en el más allá. En cada persona, en cada alma reconocemos a alguien a quien Jesucristo quiere salvar y lo acogemos como corresponde», expresa al Apóstol Mayor Schneider para terminar.