Es terrible cuando alguien dice algo que él mismo no hace. Nos apresuramos a señalar con el dedo a los demás y nos olvidamos de mirarnos en el espejo. Solo cuando las palabras y las obras coinciden, una persona es auténtica.
¡Hay muchos arrogantes! Pero las palabras por sí solas no consiguen nada, se necesita que obren adecuadamente. Y a los que les gusta dar consejos a los demás que ellos mismos no siguen, son hipócritas. Se los llama fariseos desde los días en que se originó la Biblia.
Las confrontaciones de Jesús con ellos son legendarias. Allí están escritas palabras feroces, cálculos fríos, exhortaciones impactantes: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (ver Mateo 23).
Hablar con santidad no significa vivir con santidad
Sin embargo, los fariseos eran en realidad un grupo en gran crecimiento en el judaísmo antiguo. Para ellos, la fe en la ley de Moisés y la observancia de las normas judías no eran una cuestión formal de una vida cotidiana determinada por la devoción. Se llamaban a sí mismos los “separados”: fariseos, derivado del verbo hebreo “פרשׂ”.
Separar significa tanto como: aquí los judíos –allí los forasteros, aquí los devotos– allí los gentiles. También eran políticamente activos y bastante populares, especialmente entre la pequeña burguesía, debido a sus objetivos estrictamente religioso-nacionales. Se considera que su principal logro dentro de la historia antigua del pueblo de Israel es la llamada Torá oral, el traslado del culto del templo a la vida cotidiana del judío devoto.
En principio, esto no es un mal enfoque, pero como suele ocurrir con la transmisión oral, las opiniones personales se colaron en el canon. Las exigencias y la realidad los superaron hasta lo inconmensurable. Su prédica se convirtió en un mensaje amenazante: “Si desobedeces, Dios te castigará”. Por desgracia, esta imagen del Dios castigador ha sobrevivido a los siglos y no ha desaparecido de la mente de los seres humanos hasta hoy.
Cuando la oveja cae en el pozo
En esencia, esto lleva a exageraciones, que fueron criticadas fuertemente por Jesús en aquella época. Por ejemplo, con su famosa réplica: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo”. Una ley sin misericordia que se aplica independientemente de todas las circunstancias duele, eso es lo que significa. ¿Qué pasa si una oveja cae en un pozo? ¿Dejas que se ahogue allí solo porque es el día de reposo?
Para que no haya malentendidos: La constante ponderación de la voluntad divina y la “delicia de la ley” son algo bueno. Por eso Jesús dice: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo”. Obedecer la ley es lo correcto. ¡Pero no por miedo al castigo!
El falso cristianismo
Hay una historia de desprestigio de la persona rica y famosa que viene al Servicio Divino. Está en la epístola de Santiago: “Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Santiago 2:2-4).
Claro, esto es un pensamiento en blanco y negro, pero muestra claramente los contrastes. Dios ama sin acepción de personas, nosotros los seres humanos no. Hacemos distinciones incluso donde no las hay. Por ejemplo, en el amor al prójimo. Quien siempre obtiene solo lo que le envidia a su prójimo, ¿qué es lo que probablemente recibirá? Tal vez el lugar en la fila de atrás, para seguir con el ejemplo…
Ser cristiano las 24 horas del día
Así que el hecho de que las palabras y las obras no coincidan no solo es un problema en el antiguo fariseísmo, sino también en la actualidad. Los fariseos todavía abundan. Cuántas veces se acusa a los cristianos de dar discursos maravillosos y después no cumplir con sus palabras cuando deben llevarlas a la práctica. Este reproche no solo está reservado a los que predican, sino que puede ser aplicado a los oyentes de la prédica.
La verdadera pregunta es: “¿Me limito a hablar del amor a Dios y a los seres humanos, o lo pongo en práctica?”. También hay un versículo bíblico sobre esto: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20).
La fe cristiana no es una nimiedad ni una mera formalidad. La fe interior y sincera se demuestra con hechos: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (ver Mateo 25). Un cristiano es cristiano porque vive una vida cristiana, no porque se lo llame así.
“El que cree ser un cristiano porque concurre a la Iglesia, se equivoca. Al fin y al cabo, uno no se vuelve un auto por quedarse parado en el garaje”, dijo Albert Schweitzer. Los autos están hechos para la calle, no para el garaje. Los cristianos no solo son cristianos el domingo, sino también el lunes. Cualquiera puede cantar himnos devotos; poner en práctica sus estrofas en la vida cotidiana es más hermoso. Allí donde dice cristiano, debe haber un cristiano dentro. Solo así llegará a ser un embajador del Evangelio.
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