Las recetas exitosas son un secreto de la empresa, normalmente. No es así con el producto de las fábricas de hostias nuevoapostólicas distribuido por miles de millones en todo el mundo. Echamos una mirada entre bastidores.
Lo que pasó hasta ahora: por necesidades de higiene y apremios comerciales, a partir de 1919 dejó de usarse oficialmente el cáliz con el vino para el festejo de la Santa Cena en todas las comunidades de la Iglesia Nueva Apostólica. Al principio fue algo complicado poner las gotas de vino sobre las hostias, pero de los aparatos con que se hacían los toquecitos de vino sobre las hostias y las gofreras de los primeros años se fueron desarrollando las cadenas de producción de nuestros días.
De harina a hostias con toques de vino
49 litros de agua y 39 kilogramos de harina tipo 405 –así dice la receta básica de la fábrica de hostias de Bielefeld (Alemania), el lugar de producción más antiguo y más grande de la Iglesia Nueva Apostólica–. A esto solamente se añade en la máquina revolvedora algo de lecitina para que la elaboración automática se deslice bien.
Cada 45 minutos un empleado revuelve masa nueva y, si es necesario, le agrega algunos pocos litros de agua, dependiendo del lote de harina que se esté usando. A través de caños la masa llega de la dependencia contigua a la máquina para hornear, donde se encuentra el verdadero sitio de producción.
La gran máquina automática tiene 31 «gofreras», a las que fluye la masa. Cada hoja avanza por alrededor de un minuto sostenida por una pinza a través del horno, antes de que la gofrera se vuelva a abrir y un golpe de aire a presión empuje la placa de masa de solo unos 20 gramos a la cinta transportadora.
Recién sacadas del horno, las placas de las hostias están secas y quebradizas. Si se las siguiera trabajando así como están, algunas se desmenuzarían. Entonces van al acondicionador: después de cinco minutos de vapor de agua, las placas de masa son lo suficientemente maleables como para seguir su viaje sin sufrir daños.
Hasta aquí, como es habitual, las hostias reciben la peculiaridad nuevoapostólica en la máquina que les da los toquecitos de vino: tres gotas de vino –siempre del mismo tipo de uva de un color intenso–. Por hostia lleva aproximadamente un milímetro cuadrado de una cocción de vino deshidratada, que previamente fue cocida durante doce horas eliminando de esa manera la mayor parte del alcohol.
La anteúltima estación en el proceso de producción es el corte: 73 hostias redondas se obtienen de cada placa horneada. El resto que las rodea es desmenuzado y desechado en forma ecológica en plantas de compostaje y biogás.
Ahora sólo resta la estación de empaquetado: unas 1600 hostias por caja estándar. Y como no se cuentan, sino que se pesan, a veces pueden ser unas pocas más o menos, según el estado del tiempo y la humedad ambiente.
Por millones a todo el mundo
Unas diez horas por día produce la fábrica de hostias en Bielefeld, cuatro días a la semana. Tres empleados con dedicación completa y varios con dedicación part-time se ocupan de que el desarrollo funcione perfectamente. Al menos debe haber dos empleados en el lugar para que la producción se mantenga en funcionamiento.
Cada dos semanas son entregadas en la fábrica cuatro toneladas de harina. Alcanzan para ocho a diez días de trabajo. De ellas surgen cada año más de 95 millones de hostias que son enviadas a alrededor de 60.000 comunidades en todo el mundo. Y estas hostias no son lo único que se hornea en Bielefeld. Pero esta es otra historia…