Creatividad y valor para cambiar es lo que destaca a Jaqueline. En uno de los asentamientos marginales más grandes de Kenia desarrolla su idea empresarial. Y se convierte en ejemplo para muchas mujeres.
Mukuru es el segundo asentamiento marginal más grande de Kenia. Ubicado al este de la capital Nairobi, aquí viven bajo las más pobres condiciones 700.000 personas en los diferentes barrios en los que está dividido el asentamiento: Mukuru kwa Reuben, Mukuru kwa Njenga, Sinai, Paradise, Jamaica, Kingstone, Mariguini, Futata Nyayo y Kayaba.
Criminalidad, drogas y prostitución son habituales aquí en la vida diaria de las personas, así como la lucha muy normal por la supervivencia. Atención médica e instalaciones sanitarias es lo que falta; tampoco hay un sistema educativo estructurado. Las personas viven o sobreviven en pequeñas casillas de chapa ondulada de tres por tres metros, y no solas sino con la familia. Algunas tienen conexión eléctrica, la mayoría no.
Ayuda internacional
Numerosas organizaciones caritativas internacionales y asimismo, instituciones eclesiásticas están activas aquí intentando paliar en alguna medida la necesidad de esas personas. NAK-karitativ también está comprometida. Tatjana Augustin, una colaboradora de esta obra caritativa de las Iglesias nuevoapostólicas de Alemania, estuvo en el lugar e informa sobre las próximas medidas de ayuda: «Nos seguiremos focalizando en los mismos temas para dejar asegurados la alimentación, el agua y la higiene en Kenia. Tanto en el oeste de Kenia, como en el centro del país. Como en Kenia poseemos buenas estructuras, este país seguirá siendo uno de nuestros puntos centrales. Actualmente estamos planeando, además, otro proyecto. Hemos efectuado una encuesta con 200 personas en el entorno de una comunidad nuevoapostólica para ver qué necesidad de ayuda existe», explica después de su viaje. Y en uno de esos encuentros conoció a Jaqueline.
Una máquina de coser sin necesidad de corriente
Jaqueline está casada y tiene dos hijos. Junto con su familia vive en medio del asentamiento marginal. Ella también lucha por sobrevivir. Un día tras el otro. Ya que a su esposo le resulta muy difícil conseguir trabajo, fue ella la que buscó una solución. ¿Qué cualidades tiene? ¿Qué puede emprender?
Con la ayuda de una máquina de coser que funciona sin corriente eléctrica, Jaqueline, en su casilla de chapa ondulada, confecciona vestimenta nueva para niños a partir de ropa de adultos usada. Después vende esta «vestimenta nueva» en el asentamiento. Con lo que gana mantiene a su familia. Otras mujeres también pusieron por obra su idea y de esa manera ganan dinero para sus familias. «Ella fue la primera que tuvo esta idea del reciclado. Su esposo estaba muy orgulloso», explica Tatjana Augustin.
El dinero es sumamente necesario. Las personas del asentamiento no viven sin pagar. «Las personas abonan alquiler por sus casillas. Si alguien no puede pagar, los propietarios o bien le sacan la puerta o le desaparece el techo. El alquiler cuesta unos 2.000 chelines kenianos. Según la cotización del momento, son unos 18 euros por mes», dice Augustin. Esto se debe a que los asentamientos están en terrenos que pertenecen a otras personas que quieren obtener ganancias a partir de la pobreza. Los llamados «magnates de las villas», unos pocos ricos de Kenia, se hacen pagar como príncipes por los habitantes de las modestas casillas de chapas onduladas, tablas de madera y toldos plásticos de pocos metros cuadrados.
Un lugar de comunión y esperanza
Jaqueline no vive lejos de la comunidad nuevoapostólica que tiene su propio edificio en el asentamiento. Unos 100 hermanos y hermanas encuentran lugar allí en los Servicios Divinos. De la prédica y de la comunión que se vive, toman las fuerzas para su fe y la vida cotidiana.
Aparte de la pobreza y la adversidad siempre hay en el asentamiento Mukuru personas que miran hacia adelante, que construyen, que no se pierden en la desesperanza. Son personalidades fuertes, como Jaqueline, que es un ejemplo allí, y por otro lado hay colaboradores y colaboradoras apasionados que vienen de todas partes del mundo para paliar la necesidad keniana.