«Yo soy el primero y el último». Conocemos estas palabras del Apocalipsis. ¿Pero qué significan en la vida cotidiana? ¿Cómo se pueden vivir? Consejos prácticos de un Servicio Divino del Apóstol Mayor.
«Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último». Así dice el texto bíblico de Apocalipsis 22:13 utilizado para el Servicio Divino del 8 de mayo de 2016 en Aneby (Suecia). Numerosos significados citó detalladamente el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. Se explayó mucho más que en el Servicio Divino de noviembre 2015 en Roma (Italia), en el que trató el mismo tema.
Primero y último significa en primer lugar: Dios está por encima del tiempo. «Para Él todo es presente». Y esto significa concretamente: «Si Dios, el Espíritu Santo, nos habla del día del Señor, no es una promesa, es una descripción de un hecho que Dios ya tiene ante los ojos».
Decidirse por Jesucristo
«Jesús es el principio y el fin. Esto también nos toca muy personalmente a nosotros», destaca el Apóstol Mayor. «Es su decisión que podamos ser hijos de Dios». Y Jesús decidirá cuándo se podrá entrar en el reino de Dios.
Jesús también debe ser el primero y el último en nuestro corazón y en nuestra vida. «Nosotros nos hemos decidido por Jesucristo, no por una organización, no por una comunidad, no por personas. Tanto en el Bautismo como en el Santo Sellamiento le hemos dicho que «sí» al Señor». Y la meta es ser cada vez más semejantes a Jesucristo.
Indagar cuál es la voluntad de Dios
«Esto tiene consecuencias en nuestras decisiones», se refirió la máxima autoridad de la Iglesia al texto del canto «El camino es el Señor». «Para comenzar a transitar este camino debemos ocuparnos muy intensivamente de la voluntad de Dios y cerciorarnos de que todo lo que decidamos responda a la voluntad de Dios». Esta tarea nadie la puede hacer por nosotros. Podemos buscar ayuda y consejo, pero al final es tarea sólo nuestra.
«No le doy tanta importancia a las señales. Prefiero que nos ocupemos intensivamente de la voluntad de Dios y actuemos como corresponde», señaló el Apóstol Mayor un camino concreto: «Pruébalo una vez y ora profundamente y reflexiona. Te digo que en nueve de diez casos encontrarás cuál es la voluntad de Dios. Si te ocupas del obrar de Dios, de su Evangelio, por qué soy un hijo de Dios, qué espera Él de mí, ¡entonces vienen las respuestas! Y entonces sólo debemos ser sinceros con nosotros mismos: ¿Se ajusta ahora mi decisión a este marco?».
Dar el primer paso hacia el prójimo
El Señor debe estar también al principio y al final de la relación con nuestro prójimo. «Hemos sido llamados para amar al prójimo y tratarlo así como lo hubiese tratado Jesús». Pero va un paso más: «Demos nosotros el primer paso. Hagamos primero nosotros el bien a nuestro prójimo».
Y: «Jesús dijo que lo que le hacemos al más pequeño, se lo hacemos a Él. Cuando vemos a la última de las personas, la que nadie aprecia, la que está totalmente al margen de la sociedad, seamos siempre conscientes de que lo que haces para esa persona, lo haces para el Señor».
«Ocupémonos de ello y tratemos de ser siempre conscientes de lo grandioso que es el Señor Jesús», dijo el Apóstol Mayor para terminar. «Y tratemos de que el Señor Jesús se vuelva cada vez más grande en nosotros».