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La comunidad como carta viva de Cristo

julio 14, 2018

Autor: Peter Johanning

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El ministerio de Apóstol tiene en la doctrina nuevoapostólica una importancia especial. Cuando el 14 de julio de 1835 se alcanzó la cantidad de doce en el círculo de los Apóstoles de la Iglesia Católica Apostólica fue el momento en el que el movimiento apostólico tomó impulso. Y ese impulso llegó hasta el día de hoy. Y se debe ver en la vida de las comunidades.

Jesús es la cabeza de su Iglesia. Transmite sus autoridades al apostolado. Por eso, la doctrina de los Apóstoles es parte a la existencia de la Iglesia. Ya hace 2000 años las primeras comunidades cristianas perseveraron en la doctrina de los Apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones. Estas son las bases de la fe cristiana: el apostolado, la comunidad, la Santa Cena y la oración. Aunque existen muchas diferentes confesiones dentro de la fe cristiana, la doctrina de los Apóstoles pertenece al bien común de los cristianos.

Un ministerio, muchas tareas

Pablo habla del ministerio de Apóstol como el ministerio del Espíritu, de la reconciliación o de la palabra. También que los Apóstoles trabajan «en nombre de Cristo» procede de él. Ellos son administradores de los misterios de Dios, sigue diciendo Pablo. Y él mismo se sintió como tal: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús» (2 Corintios 4:5). De esa manera, Jesucristo está en el centro del anuncio apostólico. Allí donde se predica a Jesucristo en forma auténtica, se lo fundamenta en la prédica apostólica original, la cual está preservada fielmente en el Nuevo Testamento.

Tareas que trascienden los tiempos

El cumplimiento de estas tareas, pone en claro además Pablo, es de importancia para los cristianos de todos los tiempos. Por eso, la actividad de los Apóstoles no puede estar limitada sólo a la antigüedad. Dice al respecto el cuarto artículo de la fe nuevoapostólica que el gobierno de Jesucristo en su Iglesia se expresa, entre otros, en el envío de los Apóstoles actuales (Catecismo INA 2.4.4). Ellos tienen el encargo de anunciar el Evangelio de la muerte, la resurrección y el retorno del Señor y de dispensar los Sacramentos.

El apostolado contemporáneo

¿Y qué sucedió el 14 de julio de 1835 en Inglaterra? Esencialmente dos acontecimientos: por un lado, se llegó a tener en la Iglesia de Cristo la cantidad total de Apóstoles así como está mencionada en la Biblia, los Doce. Esto fue lo que se creyó en su tiempo en la Iglesia Católica Apostólica. Por otro lado, las comunidades se subordinaron a ellos legitimándolos como los dirigentes de la Iglesia. Uno de los tres hitos –el llamamiento de los Apóstoles, la consagración de los Apóstoles y el envío de los Apóstoles– había acontecido ante los ojos de la comunidad.

Todas las señales cumplidas

Ya mucho tiempo antes se la había profetizado como la fecha de un acontecimiento especial. Lo que la profecía primero consideró como la fecha del retorno de Cristo, más adelante se interpretó como el momento en que el movimiento apostólico se convertiría en Iglesia. Quedaron constituidas, por una parte, las siete comunidades de Londres y, además, hubo doce portadores del ministerio de Apóstol. Sin embargo, y sin exagerar en dramatismo, hasta la tarde del 14 de julio sólo había once Apóstoles. El que estaba previsto como el número doce, David Dow, no quiso aceptar su llamamiento. Conforme al ejemplo bíblico –la elección en particular del Apóstol Matías– se decidió que fuese Duncan McKenzie. Finalmente estaban cumplidas todas las señales: por la noche del 14 de julio de 1835 cada uno de los dirigentes de las siete comunidades de Londres impuso sus manos en cada uno de los doce Apóstoles. Por la imposición de manos fueron consagrados, o sea liberados de sus anteriores funciones en el trabajo en la comunidad, y equipados y bendecidos para su futura función de conducir la Iglesia en general.

¿Y hoy, y nosotros?

¿Qué tiene que ver todo esto con la Iglesia de hoy?, cabe preguntarse. El ministerio de Apóstol después de Pablo tiene, entre otras, la función de hacer de los creyentes una «carta de Cristo»: «Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón» (2 Corintios 3:3). Entonces, todo aquel que se encuentre en comunión con los Apóstoles de Jesús es enviado para dar testimonio de su fe por medio de sus palabras y sus obras. Esto significa traducido, concretamente:

  • Practicar el amor al prójimo: ¡no a la mentira y la injusticia!
  • Tener valor: ¡con la ayuda de Dios el creyente puede salir airoso en situaciones difíciles!
  • Ser conciliador: ¡Reconcíliate con tu prójimo, así como estás reconciliado con Dios!
  • Guardar la fe: ¡aunque muchas personas duden, nosotros creemos!

Foto: Oliver Rütten

julio 14, 2018

Autor: Peter Johanning

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