Ninguna prédica es tan perdurable como el Sermón del Monte. Después de 2000 años todavía se mencionan cada uno de sus párrafos, y son importantes y correctos. En julio los Servicios Divinos nuevoapostólicos se ocuparán del Sermón del Monte de Jesús, también llamado la constitución del reino de Dios.
El Sermón del Monte es un discurso central del Señor. Contiene las conocidas bienaventuranzas, el Padre Nuestro, el mandamiento de amar al enemigo y la «regla de oro». Jesús se dirigió al pueblo reunido sobre una elevación del terreno, directamente a orillas del lago de Genezaret. Esto tenía su simbolismo, pues es evidente su paralelismo con cuando fue dada la ley en el monte de Sinaí. Para Mateo, que lo cita en dos capítulos, el Sermón del Monte tiene significativa importancia.
No pagar con la misma moneda
¡Dos capítulos en la Sagrada Escritura y no obstante, una obra magnífica! Vale la pena recordar estos versículos. Por ejemplo, el llamamiento de devolver el mal con el bien. Esto está en el núcleo de la esencia del Sermón del Monte: Jesús exhorta a sus oyentes a cambiar totalmente, no en lo superficial, no para hacerse ver, ¡interiormente! En su relación con Dios, en su actitud del corazón, en su relación con el prójimo. La antigua ley mosaica establecía otro catálogo: «Oísteis que fue dicho…» comenzaba Jesús por eso sus indicaciones. «Pero yo os digo: …» proseguía. Todo lo que dice es nuevo. Ya no se trata de ojo por ojo, sino de que el hombre experimente otra imagen de Dios y del hombre: no devolver los golpes, no pedir de nuevo lo que otro se llevó, no trabajar por obligación, sino con todo el corazón y entregándose con amor. ¡Qué diferencia! Esto ni el hombre creyente puede hacerlo por sus propias fuerzas. Sólo por el poder del Espíritu Santo es posible una actitud semejante.
Tener amor hacia el prójimo
Al final, el Sermón del Monte de Jesús tiene por objetivo un resultado claro, hoy conocido como la «regla de oro»: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7:12). Esta sabiduría formula nuestra expectativa del prójimo y al mismo tiempo deja claro que también el prójimo tiene expectativas puestas en nosotros. El hombre debe tratar al prójimo así como él mismo desea ser tratado. Un principio ético, un equipamiento moral básico. Preguntas claves para el cristiano son: ¿Qué espero del prójimo y cómo lo trato yo? ¿Tengo yo consuelo sincero para el prójimo? ¿Cómo es mi generosidad y mi comprensión? ¿Cómo es el apoyo que brindo cuando mi prójimo –siendo culpable o no– se halla en dificultades y necesita ayuda? ¿Estoy dispuesto a tenderle una mano, aunque justamente pareciera inoportuno?
Y únicamente para que quede claro: el amor sincero al prójimo no es un show, no es para que el público aplauda. «No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha», cuando se trata por ejemplo de la limosna. A un cristiano le basta que el Señor sepa de sus buenas acciones. Es bueno dar limosnas, esperar el aplauso por ellas no.
Palabra clave: la regla de oro
Mateo 7:12 es denominado la «regla de oro». También es una sabiduría de vida que conocemos como proverbio. Lo que surge de ella es que la propia existencia siempre tiene que ser vista en relación con las demás personas. Por eso, el Sermón del Monte también se puede leer a partir de la «regla de oro». Además, existe en casi todas las grandes religiones del mundo. Es un principio ético de la convivencia humana y una herencia de la humanidad.
Foto: Blazej Lyjak