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La palabra de Dios en palabras de hombre

abril 5, 2016

Autor: Peter Johanning

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La prédica es más que una disertación con un contenido religioso. Es la certeza de la cercanía de Dios y su ayuda. Es proclamar y explicar la voluntad de Dios. La prédica alienta, edifica, consuela, brinda perspectiva.

La prédica aparta los espíritus, en el mejor sentido de la palabra. En ella debe ser anunciada la palabra de Dios, no experiencias propias, tampoco valores propios, ni minucias cotidianas ni lo intrascendente. Es una alocución espiritual de un portador de ministerio dirigida a la comunidad, despertada por la potencia del Espíritu Santo e impregnada de ella.

Puede predicar con autenticidad tan sólo aquel que cree en lo que predica. La prédica de Jesús en el monte sobresaltó a las personas, la gente se admiraba de su doctrina, «porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mateo 7:29). La primera prédica cristiana del Apóstol Pedro en Pentecostés también dejó perplejos a los presentes (Hechos 2:14 ss.).

El fundamento es la Sagrada Escritura

Las prédicas constituyen el núcleo del Servicio Divino. En los Servicios Divinos nuevoapostólicos, el anuncio de la palabra de Dios tiene amplia cabida. 20 a 25 minutos de prédica principal, otros aportes que complementan la prédica unos cinco minutos. Se debe orientar en lo que nos ha sido transmitido por la Sagrada Escritura, dice el Catecismo INA.
Aunque la prédica es una alocución libre, tiene condiciones según las cuales debe desarrollarse. Aunque es despertada por el Espíritu Santo, su fundamento es un texto bíblico establecido de antemano que el Apóstol Mayor pone a disposición de los portadores de ministerio con indicaciones para su interpretación en preparación para el Servicio Divino.

El Evangelio de Jesucristo está en el punto central: la vida de Jesús, la proeza de su sacrificio, su resurrección y su retorno. También es anunciada la glorificación de Dios, la alabanza de sus obras en todos los tiempos. La prédica ofrece orientación para llevar una vida conforme a la voluntad de Dios, apela a los creyentes a estar dispuestos a la reconciliación. Todo esto conduce a la recepción de los Sacramentos.

No irreprochable, pero tampoco ineficaz

Naturalmente la prédica no está libre de errores. Conocer esto, primero asusta y lleva en algunas oportunidades a irritaciones. Aunque la palabra de Dios es perfecta, pura y verdadera, es anunciada por seres humanos imperfectos. Existen, por lo tanto, dos niveles, así explica el Catecismo: «Uno es el humano: una persona habla, otras oyen. En este nivel no se pueden excluir errores lingüísticos ni contextuales del que habla, como tampoco errores en la comprensión de los oyentes. El otro nivel es el divino: el Espíritu Santo habla, a través del siervo de Dios enviado, al corazón del oyente, fortaleciendo, o bien, despertando en él la fe. Por ende, la imperfección de las palabras y frases expresadas no impide a Dios colocar su potencia en ellas».

También el oyente debe aplicar la fe: «Esto quiere decir que el oyente se brinda con confianza a la palabra de la prédica, la acepta y está dispuesto a incluirla en su vida. Si es así, la palabra de la prédica despertará en el oyente el reconocimiento de examinarse interiormente. Admitirá errores cometidos, se despertará en él arrepentimiento y penitencia, y anhelará la gracia» (Catecismo INA 12.1.6.3.3).

Pequeña lista para chequear una buena prédica

Una lista para chequear una buena prédica, ¿existe? En realidad no, pues un automatismo detrás del altar más bien distrae del núcleo de la prédica. Pero concentrarse en las condiciones a desarrollar puede ayudar a que una prédica sea buena:

  • Auténtica: el que predica debe creer en lo que dice. Sabe que es una herramienta de Dios y cree en su envío a través del Apóstol.
  • Llena de amor: aunque su prédica es libre, está orientada en la Escritura. La palabra de Dios tiene una base, tiene fundamentos comprensibles y en definitiva, se apoya en el amor inigualable de Dios al hombre.
  • Cerca de la vida misma: el mensaje anunciado debe atrapar a los oyentes. Las imágenes, experiencias, comparaciones deben ajustarse al presente. Es de utilidad una cierta claridad retórica.
  • Atrapadora: el que predica le debe una buena preparación a la comunidad que oye. Lo externo no debe tapar ni interferir en el núcleo interno. El anuncio apostólico de la palabra sobre la inminente venida del Señor no debe ser obstaculizado por prédicas demasiado largas o desestructuradas.

abril 5, 2016

Autor: Peter Johanning

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