Los contenidos y el significado de la Santa Cena no pueden hacerse totalmente accesibles en términos doctrinales y racionales, dice el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica. Esto es un misterio que se halla estrechamente vinculado con el misterio de la persona de Jesucristo.
El saber popular traduce misterio como «secreto». Pero significa mucho más: un misterio es lo que no se puede explicar, lo que se escapa a una explicación exhaustiva. Al hombre le queda esencialmente oculto, por lo que es imposible demostrarlo y por ende, analizarlo. Como seres humanos esto no nos agrada, pues queremos acceder a todo, investigarlo, entenderlo racionalmente.
La Santa Cena es, entonces, un misterio. Y, no obstante, es el acontecimiento central del Servicio Divino y debe ocupar un lugar esencial en la convicción y la vida del creyente. ¿Cómo es esto compatible? ¿Cómo puede adquirir tanta trascendencia lo que es inexplicable en todos sus aspectos? Bien, quizás justamente por eso, porque es inexplicable. Desde hace siglos los hombres se rompen la cabeza pensando qué sucede en el festejo del Sacramento. ¿Es un símbolo? ¿O tal vez la reiteración del sacrificio de Jesús? Todas las Iglesias conocen este Sacramento, pero todas los festejan en forma diferente. Las Iglesias ortodoxas, la Iglesia Católica Romana y la congregación anglicana lo llaman Eucaristía, las Iglesias evangélicas hablan de la Santa Cena. Algunas Iglesias libres utilizan la expresión Partimiento del pan, a fin de evitar la apariencia de un Sacramento. Diferentes concepciones que se ocupan esencialmente del interrogante de si Jesucristo durante el Sacramento está presente verdaderamente, está presente transfigurado o está presente simbólicamente.
No hay transformación y tampoco es un símbolo
Con Martín Lutero, los cristianos nuevoapostólicos creen en la verdadera presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa Cena. Pero por la consagracion, la sustancia del pan y el vino no es transformada, por lo tanto, no tiene lugar una transformación (transustanciación). El pan y el vino siguen siendo pan y vino. Por la palabra del Pastor y la potestad del Espíritu Santo, se les agregan en la consagración el cuerpo y la sangre de Cristo. Los elementos de la Santa Cena tienen una doble sustancia —análogamente a ambas naturalezas de Jesucristo— que son la de pan y vino, y la de cuerpo y sangre de Cristo. En los elementos de la Santa Cena ahora está verdaderamente presente el Hijo de Dios, en su divinidad y en su naturaleza humana.
Festejo y recepción de la Santa Cena
La hostia consagrada se suministra con las palabras: «El cuerpo y la sangre de Jesús dados para ti». El uso de una hostia con gotitas de vino data de una disposición del entonces Apóstol Mayor Hermann Niehaus del año 1917. Antes ambos elementos eran suministrados en forma separada. Pero en virtud de la Primera Guerra Mundial se llegó a esta solución pragmática que quedó así hasta el día de hoy.
Además de los miembros de la Iglesia, también los invitados están autorizados en la Iglesia Nueva Apostólica a participar de la Santa Cena. Es decir que es posible acceder a ella como invitados. Sin embargo, de la misma sólo deben participar los bautizados. Pues es claro que la Santa Cena también es una cena de confesión y esto en doble aspecto: el receptor confiesa a Jesucristo como su Señor y Salvador, su muerte en sacrificio, su resurrección y su retorno. Precisamente esta confesión a la muerte, la resurrección y el retorno de Jesucristo forma parte de la confesión básica de la fe cristiana. Esta se le pide a todos aquellos que deseen participar de la Santa Cena y gustarla para su salvación.
Además, ser partícipe de ella conjuntamente dentro de los Servicios Divinos nuevoapostólicos es expresión de que los participantes manifiestan públicamente su confesión a la fe en el obrar y la autoridad de los Apóstoles de Jesús hoy activos. El significado y el contenido de la Santa Cena quedan hoy ocultos al hombre, mas su efecto es manifiesto: «Gustarla dignamente garantiza la comunión de vida con Jesucristo, nuestro Señor» (7º artículo de la fe). Por consiguiente, precisamente este Sacramento fortalece la fe en Jesucristo, así como la voluntad y la capacidad para seguirlo. En la Santa Cena, el creyente tiene comunión sacramental con Jesucristo como su Señor y es fortalecido para conducirse en la vida en forma acorde.
Foto: Frank Schuldt