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La virgen de Nazaret que espera

diciembre 8, 2018

Autor: Peter Johanning

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No hay duda de que María esperaba que naciera su hijo. Toda futura madre tiene sentimientos especiales durante el embarazo. Y cuanto más se acerca la fecha del parto, más fuerte se vuelve el vínculo.

Ella fue la primera en enterarse. Durante muchos siglos los judíos devotos habían estado esperando al Mesías. A veces más, a veces menos esperaban la liberación de los males de la época, la autodeterminación como pueblo de Dios y la posesión del templo de Jerusalén. En Israel, el Mesías era ante todo el rey. Y cuando finalmente llegó el momento de que se cumpliese una promesa antiquísima, el ángel de Dios no se dirigió a los profetas, a los reyes ni a los sacerdotes, fue a María. Y ella no vivía en un palacio en la corte real. Nazaret se llamaba la aldea en la que ella vivía, bien arriba en el norte del reino, en Galilea, muy lejos de Jerusalén.

Lo inesperado, lo especial, lo único siempre acontece de repente. María se entera de su embarazo, lo cual en realidad era algo imposible. Pero como se lo anuncia un ángel del Señor, ¡eso tiene que superar toda duda! Detalles interesantes:

  • María vive en Nazaret, lejos del centro de Israel
  • Un ángel visita a María
  • Ella es joven
  • Ella es virgen

Esta mezcla de ingredientes milagrosos envuelve el anuncio del Señor. Aun antes de su nacimiento, también acompañado por milagros, acontece aquí algo grandioso, nuevo e importante: ¡Dios mismo interviene en el desarrollo de la historia! Dios cambia al mundo.

Esperar significa dejar que Dios actúe

Lucas cuenta en el primer capítulo del Evangelio homónimo lo siguiente: «Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia».

Esperar significa estar preparado para lo sorpresivo

Demasiado fuerte para algunos contemporáneos, en aquella época como ahora. En su tiempo, las personas eran desconfiadas, preveían un adulterio. Hoy la razón es para el hombre un obstáculo en el camino cuando escucha semejante relato. El nacimiento virginal es negado ampliamente. Pero «esperar» también quiere decir estar preparado para lo inesperado, aguardar un milagro, poder soportar las sorpresas. Todo esto María lo pudo hacer. Estaba preparada, confiaba, aceptó su destino. «Haced todo lo que os dijere», les dice más adelante a sus contemporáneos. Lo pudo decir con autenticidad solo porque ella misma estuvo dispuesta a hacer lo que Dios le pidió.

Esperar significa ser una herramienta de Dios

Al que Dios necesita como herramienta, también lo equipa con la fuerza necesaria. Y lo acompaña en su tarea. Los cristianos quieren ser herramientas de su Enviador Jesucristo y anunciar con audacia y fe el alegre mensaje de su retorno. Esperan lo nuevo, lo importante. El milagro.

Photo: cristina_conti – stock.adobe.com

diciembre 8, 2018

Autor: Peter Johanning

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