Pedro y Juan. Uno de ellos se entera de que lo van a matar y quiere saber qué pasará con el otro. Y la respuesta que recibe es: ¿Qué a ti? o, en otras palabras, ¿Qué te importa a ti? ¿Qué nos importa a nosotros? El Apóstol Mayor lo explicó durante una visita sorpresa.
El 11 de abril de 2021 el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider vino sin previo aviso a la comunidad de Illkirch-Graffenstaden (Francia). La base de su prédica fue el pasaje bíblico de Juan 21:21-22: “Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”.
Pedro y Juan
“Pedro y Juan tenían mucho en común”, explicó el máximo dirigente de la Iglesia. Ambos habían decidido sin vacilar seguir a Jesús a pesar de no comprenderlo siempre del todo. Ambos eran muy impulsivos. A Juan le hubiera gustado castigar a los samaritanos que no ofrecieron refugio a Jesús (Lucas 9:51-56). Y Pedro le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote que arrestó a Jesús (Juan 18:10).
Además, los dos discípulos de Jesús tenían un buen concepto de sí mismos. Juan creía que merecía un lugar privilegiado junto a su Maestro en la gloria de Jesús (Marcos 10:35-37). Pedro estaba seguro de que sería el único que no se escandalizaría de Jesús (Mateo 26:33).
“Podemos entender bien que Pedro, que conocía la especial conexión que Juan tenía con Jesús, estuviera ansioso por saber si su compañero tendría que sufrir como él”, dijo el Apóstol Mayor.
Incluso después de Pentecostés, los dos siguieron trabajando juntos como Apóstoles. Fueron arrestados y azotados juntos (Hechos 4:1-3 y 5:40). Viajaron juntos y ambos sellaron a los samaritanos que fueron bautizados por Felipe (Hechos 8:17). “Después sus caminos se separaron”, relató el Apóstol Mayor. “Según algunos historiadores, Pedro fue ejecutado a los 50 años, mientras que Juan vivió mucho más tiempo”.
¿Qué será de ellos?
Eso es lo que uno se pregunta a veces cuando ve a hermanos y hermanas en la fe a los que no les va tan bien, mientras que a ti mismo te va bien. Su fe es puesta a prueba y algunos entonces pierden el deseo de asistir a la iglesia y a los Servicios Divinos. ¿Qué será de ellos?
Cuando a ti te va mal y ves que a tu prójimo le va bien, le preguntas a Dios: “¿Por qué a él o a ella le va bien y a mí no? Después de todo, hemos seguido casi el mismo camino hasta ahora”. Pero Dios rara vez da una respuesta a esto.
El Apóstol Mayor señaló lo que pueden aprender los hermanos en la fe de este texto bíblico:
- La desgracia no es un castigo por los errores que uno ha cometido, y la felicidad no es una recompensa por los méritos propios.
- El amor de Dios no significa que uno quede librado del sufrimiento. Incluso Jesús tuvo que sufrir.
- Un encargo confiado por Dios a un creyente no significa que Dios lo prefiera o que sea mejor que los demás.
- El servicio fiel al Señor no protege de la tentación.
- El entendimiento humano no puede explicar por qué nuestras vidas son tan diferentes. Solo Dios lo sabe.
¡Sígueme tú!
Jesús hizo este llamado a sus discípulos y lo hace a los cristianos de hoy. Entre otras cosas, significa mantenerse centrado en el futuro, como Jesús. “La felicidad y la desgracia que podemos experimentar aquí en la tierra no son nada comparadas con la gloria venidera”, dijo el Apóstol Mayor Schneider. “¡Nuestro futuro es Cristo!”.
Foto: NAK Francia