¿Cómo reducir el entorno vital de las primeras comunidades cristianas a un denominador común? ¡Con el versículo de Hechos 2:42! En una frase están mencionados los valores angulares del Evangelio. Estas son las bases para las prédicas de los Servicios Divinos nuevoapostólicos en agosto.
En esta oportunidad, los cuatro primeros Servicios Divinos dominicales de agosto se refieren a los “valores angulares del Evangelio” como se los presenta en Hechos 2:42: «Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.
Perseverar en confesar
Un poco más adelante en el libro de los Hechos, dice sobre los primeros cristianos: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hechos 5:42). Fueron en primer lugar los Apóstoles quienes predicaron a Cristo resucitado en todas partes: en los templos, en las casas, en las calles y plazas. De esta manera reunieron a personas que querían creer y estar en el seguimiento. Lo mismo ocurre hoy en día con los portadores de ministerio de la Iglesia: predican la palabra de Dios tanto en las iglesias como en el campo al aire libre o debajo de un árbol, bajo el techo de una casa, en un hotel o en las salas de un hospital. Más allá de eso, sin embargo, el mandato general del anuncio se aplica a todos, hombres y mujeres por igual: “Los cristianos anuncian Cristo” dice su lema. Esto no solo ocurre por medio de palabras, sino sobre todo por medio de sus obras.
Perseverar en compartir
¿Y qué sucede con la comunión de unos con otros? Después de todo, los cristianos son responsables los unos por los otros y se brindan ayuda mutua. Desde un punto de vista bíblico, está claro que el Evangelio y la comunión van juntos. La comunidad cristiana es una comunidad de valores en la que se comparte con los demás. ¿Pero dónde comienza y dónde termina el compromiso de solidaridad fraternal? En cualquier caso, va más allá y debe trascender a los gustos personales, de lo contrario, solo serían palabras vacías. El mismo Jesús habla de “los más pequeños”: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (parte de Mateo 25:40). Esta es la respuesta a la pregunta anterior: Identificarse con sus hermanos y hermanas, compartir su dolor, así como lo hizo el Hijo de Dios, es una expresión del amor cristiano al prójimo. Cuando un miembro del cuerpo sufre, todo el cuerpo sufre; palabras del Señor. ¡Y el verdadero amor actúa de la misma manera!
Perseverar en el festejo
Otros valores angulares del Evangelio son el Sacramento y la oración. El tercer domingo ilumina el significado fundamental y el efecto salvífico de los tres Sacramentos. “El Espíritu, el agua y la sangre dan testimonio de mí”, dice Cristo. Es claro que los Sacramentos tienen su origen en Cristo y, por lo tanto, conducen a la salvación en Dios. Ya en las primeras comunidades cristianas se plantearon dudas al respecto. Cuando Jesús ya no predicó Él mismo, sino que solo se predicaba de Él, algunos miembros de la Iglesia olvidaron el atractivo del Evangelio. La gente quería tener cerca al hombre Jesús, que disponía de un carisma especial, pero el pensamiento de la salvación que se escondía detrás de Él no era reconocido por todos. ¿Y qué puede aprender la Iglesia de esto actualmente? Cristo ofrece la salvación eterna, no solo experiencias emocionantes. Se debe festejar a Cristo en el Sacramento.
Perseverar en la oración
La prédica del cuarto domingo trata sobre la oración como componente esencial en la vida de la comunidad. En el primer capítulo de los Hechos, se relata cómo Pedro y los demás discípulos del Señor “perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”. A todos les hubiese gustado estar presentes en una reunión de oración así. Oraban en el “aposento alto”, es decir, lejos del ajetreo de la calle. Los Servicios Divinos son casi el aposento alto de la actualidad. Aunque los creyentes estén muy ocupados, deben encontrar tiempo y descanso, apartarse, organizar sus pensamientos para concentrarse en lo esencial: en el encuentro con Jesucristo.
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