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Los milagros de Jesús: señales de una nueva era

julio 15, 2015

Autor: Andreas Rother

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«Talita cumi», dice el hombre, „niña, a ti te digo, levántate». Y la niña se levanta de su lecho de muerte. El hombre se llama Jesús. Sus milagros son únicos. ¿Qué los produce? ¿Y qué significado tienen, todavía hoy?

En la antigüedad muchas personas se hacían pasar por obradores de milagros. Sobre uno informan los Hechos de los Apóstoles, capítulo 8: Sebaste, la capital de Samaria, un crisol de culturas y religiones. Aquí vive Simón, ejerce la magia, engaña a la gente, se hace llamar «gran poder». Pero cuando llegan hombres que hacen obras mucho más grandes en el nombre de un cierto Jesús, también llamado Cristo, quiere este poder para sí mismo, y si fuese necesario les ofrece dinero para comprarlo.

Nada que ver con hazañas

Retrospectiva: unos años atrás, aquel Jesús de Nazaret explicó que no le agrada cuando se espera a los milagros como una muestra de su autoridad divina: «¿Por qué pide señal esta generación?», gime (Marcos 8:12). Pero sabe que: «Si no viereis señales y prodigios, no creeréis» (Juan 4:48).

¿Para qué entonces Jesús hace milagros? No se trata de su prestigio personal, de todos modos. De esto ya da fe la cuidadosa selección de los términos en los Evangelios. En el texto básico griego se encuentran muchos términos para sus hechos. Traducidos significan algo así como: cosas sorprendentes, sucesos increíbles, hechos poderosos, presagios divinos. Sólo dos conceptos no se identifican con Él: hazañas y pruebas de aptitud.

Todo se torna distinto

Un endemoniado: tiene su morada en los sepulcros de Gerasa, grita día y noche, se hiere con piedras. Nadie puede atarle, ni con grillos ni con cadenas. Sólo una frase de Jesús y el poseído queda liberado de toda una legión de tormentos: «Sal de este hombre, espíritu inmundo» (Marcos 5:8).

Milagros como estos -la expulsión de demonios- muestran de qué se trata: «Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios», dice Jesús (Mateo 12:28). Aunque Moisés, Elías y Eliseo ya habían realizado cantidades de milagros en el antiguo pacto, existe una diferencia decisiva: nunca antes tales hechos habían marcado el fin de una era y el comienzo de otra.

Todo se cura

¿Y qué trae el reino de Dios? Dan testimonio de él primero las curaciones de enfermos: el ciego Bartimeo, el paralítico en el estanque de Betesda, los diez leprosos, el sordomudo de Sidón, por lo general alcanza con que Jesús los toque o sólo diga una palabra para liberarlos de sus padecimientos. Pocas veces se describe el acto de la curación. Esto demuestra que: lo importante no es el cómo, sino el para qué.

También Jesús mismo lo explica: «Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen», y por último pero no menos importante: «a los pobres es anunciado el evangelio» (Mateo 11:5). Con Jesús ha comenzado el reino de Dios, y trae consigo curación, ante todo para el alma. Sus palabras también señalan cuál es el camino a la salvación: «Tu fe te ha salvado» (Mateo 9:22; Marcos 10:52; Lucas 7:50; 8:48; 17:19; 18:42).

Todo se incluye

La tormenta brama. Los experimentados navegantes se acurrucan. Se acerca una figura sobre el mar. Ahora cunde el pánico. Pero la figura ordena al viento que cese. – Otra figura, envuelta en lienzos, camina insegura saliendo de una cueva. Ya hiede. Es Lázaro, que ha resucitado.

Qué tienen que ver entre sí estos dos tipos diferentes de milagros: los milagros de la naturaleza y los milagros de resucitación de muertos. Es claro: muestran que la autoridad del Redentor no comprende únicamente la creación material, sino también el mundo espiritual. El reino de Dios que está en Jesús no conoce límites. Incluso la muerte ya no representa una barrera.

Todo se incrementa

Cinco panes de cebada y dos peces, la fe de un niño y la bendición de Jesús: más no se necesita para saciar el hambre a miles de personas. – Los pescadores profesionales salen vacíos. Contrariamente a todas las reglas arrojan las redes del otro lado, siguiendo las indicaciones del Maestro. La pesca que obtienen casi hace zozobrar la barca. – Un contratiempo penoso para la pareja de novios: el vino se termina. Pero alguien transforma el agua en vino.

También estos tipos de milagros -los milagros de la alimentación como ocurrió con los 5.000 y los milagros de dádivas como sucedió en la pesca abundante y en las bodas de Caná- tienen un significado más profundo. Pues con el reino de Dios Jesús también recibió la plenitud divina, la cual no se refiere sólo a la abundancia (cantidad), sino también al valor (calidad). Al fin y al cabo, el vino es un símbolo bíblico de la alegría divina.

Todo también hoy

¿Y qué significan actualmente los milagros para los cristianos? Hay respuestas para ello en el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica: «Los cuatro Evangelios transmitidos informan sobre hechos milagrosos de Jesús que acontecieron realmente y que testifican sobre su mesianidad. Sus milagros evidencian la dedicación llena de misericordia de Dios al hombre que sufre», dice en la sección 3.4.8.5.

Estas curaciones de enfermos hacen referencia a la naturaleza divina de Jesucristo, quien actuaba así como Dios habla de sí mismo: «Yo soy Jehová tu sanador» (Éxodo 15:26). La expulsión de espíritus malos demostró que el mal está sujeto a la potestad de Dios. La resucitación de la muerte dejó en claro que la fe en Jesucristo significa vencer la muerte y por ende, la vida eterna. Los milagros de la alimentación, finalmente, hacen referencia a la Santa Cena: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre» (Juan 6:51).

julio 15, 2015

Autor: Andreas Rother

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