Sacramentos, ¿para qué se los necesita? La fe también puede existir sin ellos, ¿o no? El mismo Jesucristo da la respuesta. Pero, ¿cómo funcionan en realidad estas puertas en el camino que nos lleva a estar cerca de Dios?
En el rostro se escapa una sonrisa. Primero es un signo de alegría, pero al mismo tiempo es mucho más que un mero acto simbólico. Pues la sonrisa transmite alegría e incluso hace que pueda sentirse y experimentarse esa alegría. Algo similar sucede con los Sacramentos. Solo que hay mucho más detrás de ellos.
Pues los Sacramentos son necesarios para alcanzar la salvación en Jesucristo. El mismo Hijo de Dios lo dejó claro: El que no naciere de nuevo de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios (Juan 3:3-5). Y solo el que come su carne y bebe su sangre, tiene vida eterna (Juan 6:54).
Dios obra para la salvación
«Los Sacramentos son manifestaciones fundamentales de la gracia de Dios», explica el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica (Catecismo INA, capítulo 8). «Son actos santos realizados en el hombre para que este pueda alcanzar la salvación». Así, en el Bautismo Dios ofrece su cercanía y en la Santa Cena ser parte de Él mismo. Recibir todos los Sacramentos le abre al creyente el camino para ser unido con el Señor en el retorno de Cristo.
Cada Sacramento está arraigado en la palabra y la actividad de Jesucristo, así como en el envío del Espíritu Santo. Por eso los teólogos también hablan del Hijo de Dios como el «Sacramento original» y de la Iglesia instituida por Él como el «Sacramento raíz».
Lo invisible se manifiesta
Todos los Sacramentos siguen un único plan de edificación con las cuatro piedras del ángulo: signo, contenido, transmisor y fe:
- El signo es el elemento visible o el acto, por ejemplo el agua en el Bautismo o la imposición de manos en el Sellamiento.
- El contenido es la presencia de la salvación, es decir, en el Bautismo se borra el pecado original, uno es llevado cerca de Dios e incorporado en la Iglesia de Cristo.
- El transmisor es el portador de ministerio encomendado como mediador.
- La fe del receptor para que el Sacramento sea recibido para salvación.
Al mismo tiempo, el Sacramento –así como la Iglesia de Cristo– refleja la doble naturaleza de Jesucristo. El signo visible, el lado humano, y el contenido invisible, el lado divino, se vinculan entre sí en la palabra de consagración. Esto queda bien claro en la Santa Cena: el signo visible es el pan y el vino en la forma de la hostia. Por medio de las palabras de consagración se agrega la naturaleza invisible del cuerpo y la sangre de Cristo. Surge así una unidad. Jesús está verdaderamente presente.
El efecto necesita de la fe
«La validez de los Sacramentos no depende de su interpretación ni de la comprensión que se tenga de ellos, sino únicamente de las cuatro magnitudes mencionadas arriba», enfatiza el Catecismo INA. Tampoco la falta de fe invalida el Sacramento. «Pues lo que Dios hace no puede ser anulado por un receptor incrédulo».
Sin embargo, un Sacramento no es un ritual casi mágico que desarrolla su efecto en forma totalmente automática. La fe de la persona que lo recibe es la condición previa indispensable para que el Sacramento pueda desplegar su efecto salvífico. Tiene efectos de bendición a partir del momento en que el receptor pone fe.
Los Sacramentos no son una invención de la Iglesia Nueva Apostólica. Esta doctrina toma en cuenta 2000 años de historia cristiana y conoce muchas similitudes interconfesionales. Sin embargo, en la Biblia la palabra en sí no aparece. Más sobre este tema en los próximos artículos de la serie.
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