¿Cuándo está preparada la mesa del Señor? ¿Y con qué frecuencia el creyente participa de ella? Desde todos los días hasta una vez por año, ha ocurrido de todo en la historia y en el presente de las distintas confesiones: un recorrido por las Iglesias.
Diariamente, era el lema de los primeros cristianos en las iglesias domésticas de la cultura griega. Cuando la Santa Cena todavía se llamaba partimiento del pan y era una oración de agradecimiento en la cena comunitaria. Los judeocristianos, en cambio, la celebraban semanalmente el día de reposo siguiendo la tradición de la sinagoga. Pronto, el festejo de la Cena del Señor, tanto para unos como para otros, se trasladó al día del Señor, el domingo, como el día de la Resurrección.
Se mantuvo una cierta cotidianidad, porque estaba muy extendido llevar las ofrendas de la Santa Cena a casa para comer un poco cada mañana “antes de cualquier otro alimento”, según la regla. Esto está atestiguado desde el siglo II al siglo VI. De allí surgió el “ayuno eucarístico”, que en el catolicismo y la ortodoxia consiste en abstenerse de comer y beber durante un tiempo determinado antes del festejo propiamente dicho.
A distancia del altar
En la Edad Media, la celebración de la Eucaristía se convirtió cada vez más en una especie de espectáculo en el recinto del altar. La comunidad cayó en un papel de espectador pasivo. Los creyentes renunciaron al pan y al vino y se contentaron con la “comunión ocular”. Para contrarrestarlo, el concilio católico de Letrán de 1215 introdujo la obligación de participar de la mesa del Señor al menos una vez al año.
Los reformadores querían hacer mejor las cosas. Así, para Lutero y compañía no podía haber más que festejos de la Santa Cena cada domingo. Pero en vista de la advertencia de Pablo de no juzgarse a sí mismo con una participación indigna, se redujo también aquí muy rápido la cantidad de concurrentes. A mediados del siglo XVI, muchas congregaciones evangélicas ya ofrecían el festejo de la Santa Cena solo cuatro veces al año. La situación era muy similar en la Iglesia Anglicana hasta el siglo XX.
Con el “movimiento litúrgico” de los siglos XIX y XX, la participación activa en el Sacramento volvió a ser el centro de atención, tanto del lado evangélico como del católico. Esto se vio afirmado por los esfuerzos ecuménicos, así como por las reformas explícitas de los dirigentes de la Iglesia.
Hoy, tan a menudo como sea posible
Hoy en día, las parroquias católicas ofrecen la Eucaristía en todas las misas, así que definitivamente en los domingos y días festivos. No pocos celebran también una misa de la víspera. Los miembros de la Iglesia pueden asistir a cualquier celebración, pero no más de dos veces en un día. Están obligados a comulgar al menos una vez al año.
Las iglesias de la tradición de la Reforma no tienen esa obligación. Sin embargo, algunas Iglesias nacionales evangélicas exigen a los dirigentes de sus congregaciones que ofrezcan la Santa Cena al menos una vez al mes. Muchas congregaciones la celebran semanalmente.
La Iglesia Nueva Apostólica suele dispensar el Sacramento dos veces a la semana: hasta 1998 durante los entonces dos Servicios Divinos dominicales, desde entonces en el ahora único Servicio Divino dominical y –allí donde se realiza– también durante el Servicio Divino de los miércoles o jueves. ¿Por qué? “Porque mantiene al hombre en comunión de vida con Jesucristo”, explica el Catecismo en preguntas y respuestas: “De esa manera se va incorporando la esencia de la naturaleza de Jesús”.
Excepcionalmente afuera
Las Iglesias Católica, Ortodoxa, Evangélica y Nueva Apostólica están de acuerdo en que el Sacramento del altar pertenece al Servicio Divino, en casi todos los casos. El Padre de la Iglesia Justino Mártir informa de una excepción común a todos ya en el siglo II: “A los ausentes se les envían” los dones apartados “a través de los Diáconos” refiriéndose a la atención de los enfermos, los débiles y los ancianos.
El catolicismo habla de la comunión de los enfermos, pues aquí se trata de administrar y recibir solamente. Los protestantes, en cambio, también conocen una comunión independiente para los enfermos, que incluye palabras de institución. La Iglesia Nueva Apostólica considera esta forma de asistencia espiritual tan importante que le dedica un capítulo aparte en el volumen 2 de la liturgia: “Formas especiales del Servicio Divino”. Y allí dice: “El principio básico de la atención en el hogar es que debe ser lo más parecida posible al desarrollo habitual de un Servicio Divino”.
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