Solo unos pocos siglos tranquilos tuvo la Confirmación católica como Sacramento. Luego, llegaron los reformadores y remontaron la iniciación cristiana únicamente al Bautismo y, aún así, instituyeron su propia Confirmación.
La Confirmación es definida por el Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo IC 1302/1304) como el Sacramento que es la plenitud del Bautismo y cuyo efecto “es la efusión especial del Espíritu Santo”. Esto se ha desarrollado a partir de un rito bautismal formado por dos partes que ya era conocido por la Iglesia primitiva.
Pero los reformadores de principios del siglo XVI tuvieron sus problemas con esa doctrina, problemas de los que mencionaremos al menos tres:
- En primer lugar, los protestantes no encontraron en la Biblia ninguna palabra de institución con la que Jesús hubiera consagrado tal Sacramento. Se limitaba al Bautismo y a la Santa Cena, para los que fueron transmitidos los correspondientes encargos.
- En segundo lugar, veían una devaluación del Bautismo en el hecho de que la comunicación del Espíritu se asignara a otro acto.
- Y, por último, se opusieron al hecho de que la Confirmación estuviera vinculada al ministerio de Obispo. Esto contradecía su doctrina del sacerdocio universal de los fieles.
Martín Lutero polemizó especialmente con esto último en su panfleto “La cautividad babilónica de la Iglesia”: “¡Ojalá existiese en la Iglesia tal imposición de las manos como se practicaba en el tiempo de los Apóstoles!”, escribió en 1520. “Ahora, sin embargo, no quedó de esta sino cuanto nosotros mismos hemos excogitado para adornar los oficios de los Obispos a fin de que no estén deI todo inactivos en la Iglesia”.
Compromiso con la controversia del Bautismo
Sin embargo, los reformadores inventaron su propia “Confirmación”. Y surgió así: Como ocurre a menudo con las revoluciones, los fundamentalistas extremos seguían respirando en la nuca de la corriente principal de la Reforma. “Anabaptistas” se llamaron en este caso. Rechazaron el Bautismo de niños y rebautizaron a los adultos porque solo estos últimos podían decidirse conscientemente por Cristo.
Martín Bucero, un destacado reformador de Estrasburgo, medió en el conflicto entre protestantes y anabaptistas. Antes de participar por primera vez en la Santa Cena, los vástagos debían aprender la doctrina de la Iglesia y luego profesar su fe delante de la comunidad, dar un “sí” posterior al Bautismo. Había nacido la Confirmación evangélica.
Un acto de bendición cambiante
Sí, la Confirmación reformada ya no es un Sacramento, sino un acto de bendición. Pero en términos de contenido sigue estando muy cerca de la Confirmación católica, al menos inicialmente. Así lo demuestra la fórmula litúrgica que Martín Bucero formuló por primera vez en la “orden de disciplina de Ziegenhain” de 1538/39: “Recibid el Espíritu Santo,
protección y escudo contra todo mal, fuerza y ayuda para todo bien…”.
Con el tiempo, el énfasis cambió una y otra vez: En el pietismo, uno de los movimientos reformistas más importantes dentro del protestantismo, a partir del siglo XVII la atención se centró en el voto. Y en el siglo XVIII con la teología de la Ilustración, pasó a un primer plano la cualidad como rito de paso de la inmadurez a la responsabilidad personal. Y esto fue tan formativo que incluso estados ateos como la República Democrática Alemana necesitaron un sustituto en forma de “consagración de la juventud”.
El concepto de Confirmación de Martín Bucero, de la Reforma temprana, pronto se introdujo en el “Libro de Oración Común”, el libro de liturgia de las Iglesias anglicanas de Gran Bretaña. Esta mezcla de elementos católicos y protestantes se encuentra en el movimiento que surgió allí en el siglo XIX: las comunidades católicas apostólicas. Este es el tema del próximo episodio de esta serie.