«Ma’a salaama»: 20 años en Sudán, entre la esperanza y el temor
Sudán –hoy dividido en Sudán y Sudán del Sur– es el país más grande del continente africano. El Apóstol de Distrito Wilfried Klingler de Hanóver, Alemania tuvo a su cargo durante 20 años la atención de las almas de 6.000 hermanos y hermanas nuevoapostólicos. Ahora la responsabilidad pasa a la Iglesia de África del Este. Una retrospectiva:
El 25 de octubre de 2015 marca la fecha oficial del cambio en la asignación. El Apóstol de Distrito Wilfried Klingler celebra su último Servicio Divino en Sudán del Sur, lo acompaña el Apóstol de Distrito Joseph O. Ekhuya de Nairobi, Kenia. A partir del 1º de enero de 2016, él será quien conduzca la Iglesia en esa región, siendo atendidos ambos países – Sudán y Sudán del Sur– por la Iglesia regional África del Este. Así, explica el Apóstol de Distrito de Alemania en su despedida, finaliza una responsabilidad de más de veinte años entre la esperanza y el temor. Fue un tiempo lleno de conflictos en el corazón de África, en el cual la vida cotidiana sudanesa se caracterizó por el miedo, la necesidad, la huida y la muerte.
Cómo comenzó todo
Todo comenzó en marzo de 1995. En aquel momento, el Apóstol de Distrito Wilfried Klingler estaba en la India, junto al Apóstol Mayor en un Servicio Divino. Encontrándose en un viaje en bus, el Apóstol Mayor Richard Fehr le preguntó entonces al Apóstol de Distrito si también podía trabajar en Sudán. Él aceptó y comenzó a trabajar allí en medio de los acontecimientos de la guerra civil en difíciles condiciones, en parte muy riesgosas. Reiterados eran los conflictos entre las tropas del gobierno en el norte y los rebeldes en el sur de Sudán. Los Apóstoles de Canadá que hasta ese momento eran competentes en Sudán, tuvieron que interrumpir su trabajo debido a que se les suspendieron los permisos de ingreso al país.
Desarrollos llenos de esperanza
En 2011 Sudán del Sur se convirtió en estado independiente. Esto estuvo vinculado con mucha esperanza. Incontables oraciones por la paz en el país y por condiciones de vida dignas habían acompañado a las tareas de edificación de los siervos en todos esos años. Y después por fin: después de tres décadas de intranquilidad y guerra finalmente se pudo llegar a un acuerdo por la paz. ¡Esto trajo muchas repercusiones! Grandes cantidades de hermanos, recuerda el Apóstol de Distrito Klingler, regresaron a su patria, el sur del país. La Iglesia comenzó un trabajo sistemático de edificación. Se establecieron distritos en la Iglesia, se proyectaron programas de construcción. En la nueva capital Juba, nuestra Iglesia, que en pocas semanas fue reconocida oficialmente, recibió un terreno de unos 11.000 metros cuadrados. Allí se levantó una iglesia con 400 asientos, dependencias para oficinas, un alojamiento para los hermanos que lo cuidaban, una vivienda y una casa para huéspedes.
En el interín, también hay un Apóstol nativo. En 2012, el Apóstol Mayor Wilhelm Leber ordenó a quien fuera Obispo durante largos años, Morris Gilbert Ukuni, como Apóstol, quien atiende a las once comunidades y 42 portadores de ministerio.
La situación hoy
La paz no duró mucho en el nuevo estado de Sudán del Sur. Ya en 2012 volvieron a producirse disturbios en la capital, los cuales entretanto se han extendido a muchas hostilidades tribales, ante todo en el norte del país. Decenas de miles de personas fueron asesinadas o están huyendo. Muchas localidades ya no existen, fueron reducidas a escombros. También se vieron afectados nuestros hermanos y nuestras comunidades. Aunque la situación en la ciudad de Juba por el momento es relativamente tranquila, el aprovisionamiento en Sudán del Sur es catastrófico. Cuando hay disponibles alimentos, frutas o verduras, lo que no ocurre siempre, los precios son tan altos que la mayoría de las personas no puede comprarlos. La gasolina sólo se consigue por contactos y después de días de espera en las estaciones de servicio, lo que hace casi imposible viajar.
En Sudán, en cambio, la vida transcurre en paz. «Aun así, se ha vuelto difícil para nuestros hermanos reunirse para los Servicios Divinos. El gobierno musulmán no promueve, por cierto, el cristianismo», escribe el Apóstol de Distrito. Se despide con un «Ma’a salaama» (hasta siempre) diciendo: «La despedida de los hermanos no me resultó fácil; una parte de mi corazón se quedó allí. Cada día intercedo por nuestros hermanos, con quienes compartí alegrías y tristezas, y cuyas preocupaciones fueron las mías».