Duele cuando personas amadas dejan la Iglesia. Muchos creyentes lo experimentan. En un impulso espiritual, el Apóstol Mayor se dirige a todos aquellos que temen por la fe de sus seres queridos.
En el artículo de la edición especial de Pensamientos Guía 01/2024, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider retoma la conocida parábola del hijo pródigo. La parábola muestra cuán incansablemente ama Dios a las personas, incluso cuando alguien se aleja conscientemente de Él. El padre de la parábola deja marchar a su hijo, sabiendo que tomará su propia decisión. Al mismo tiempo, le deja la puerta abierta y espera con amor su retorno.
Esta imagen es un consuelo para todos los padres y familiares que luchan con la partida de sus hijos o parientes, subrayó el Apóstol Mayor: “Dios es fiel. No abandona ni siquiera a los que lo han abandonado”. Nos recuerda que el amor de Dios está dirigido a todas las personas, incluidas las que actualmente se mantienen alejadas: “Podemos confiar en Él: los ama como nos ama a nosotros”.
Orar, amar, esperar
Con sus palabras, Schneider aborda el dolor de muchos padres y portadores de ministerio que se preguntan si son culpables de su alejamiento de Dios. Aconseja a los creyentes que no se pierdan en el autorreproche. “No todas las ausencias se deben a errores que hayamos podido cometer”, aclara, señalando que la decisión del hijo pródigo no constituyó un reproche para su familia.
El Apóstol Mayor hace una promesa importante: “Dios también ama a los que ya no asisten a los Servicios Divinos”. Dios sigue con ellos y tiene el deseo de salvarlos a todos.
La comunidad como hogar abierto
Para los creyentes que encuentran el camino de vuelta a la Iglesia, la comunidad debe ser un lugar de amor y aceptación. Al igual que el padre de la parábola recibe al hijo con los brazos abiertos, los miembros de la Iglesia también deberían recibir así a los que vuelven. El Apóstol Mayor recuerda que cada creyente debe experimentar las riquezas divinas cuando regresa. “Esperamos que vuelvan a la Iglesia, tarde o temprano”, explica Schneider. Para lograrlo, es importante dar prioridad a la alegría de su retorno por encima de posibles heridas y vivir con amor. “Preparémonos para recibir a estos ‘hijos pródigos’, como el padre recibió a su hijo pródigo”, añade.
Esperanza perdurable para el futuro
“Nadie está perdido”, subraya Schneider. Aunque las personas se distancien de la Iglesia, queda la esperanza de que un día vuelvan a apreciar la comunidad y encuentren el camino de regreso. “El mayor servicio que podemos prestarles es continuar sirviendo a Cristo en la Iglesia”, prosigue Schneider. El amor de Dios no conoce fronteras y la comunidad puede ser un modelo a seguir en este sentido. “Nuestra tarea es mostrar a los seres humanos el camino hacia Cristo”, explica el Apóstol Mayor, “y motivarlos para que acudan a Él”. Estas palabras del Apóstol Mayor animan a los creyentes a ser activos en la intercesión y a mantener vivo el Evangelio ¡para todos aquellos que un día lo anhelen!
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