Una visión muy especial sobre el festejo de la Santa Cena es la que tiene el Primer Pastor e.d. Christoph Müller. Muchos de los cálices en los que se depositan las hostias provienen del taller del maestro repujador de metales.
Quien entra al taller en Wurzen (Alemania) en seguida tiene la sensación de lo complejo que es ese trabajo: máquinas, herramientas, chapas y piezas moldeadas. Que de todo eso surjan cálices para la Santa Cena, solo pueden imaginárselo aquellos muy fantasiosos. Después de unas pocas demostraciones del Primer Pastor Müller todo se ve muy diferente.
Heredado del padre
Todo comenzó en 1953, cuando su padre Kurt Müller se independizó. El primer taller fue un anterior establo, que recién en 1996 fue sustituido por una nueva edificación. En una economía que en la en ese entonces República Democrática de Alemania se nacionalizaba cada vez más y donde había una falta crónica de materiales, para los que trabajaban en forma independiente la situación era sumamente difícil. Pero los Müller se defendieron y comenzaron en aquella época a producir cálices para la Santa Cena para la Iglesia. Christoph Müller lo siguió haciendo cuando en 1990 se hizo cargo del taller de su padre.
Quien haya visitado los Servicios Divinos en diferentes comunidades de la Iglesia Nueva Apostólica se habrá dado cuenta de que hay recipientes para la Santa Cena de múltiples formas y de diferentes materiales. Christoph Müller desarrolló su propio modelo estándar.
Ponerse el cinturón no solo por seguridad
Para darle forma a los recipientes de la Santa Cena, el molde de acero y la chapa de cobre primero son fijados en una máquina repujadora que hace recordar a un torno. Esta rota hasta 1400 giros por minuto. Lo que viene ahora, nos hace acordar de la alfarería. Con la ayuda de la máquina, el Primer Pastor Müller presiona la chapa sobre la forma.
Pero antes de comenzar, hace lo mismo que cuando uno va en auto: se pone un cinturón de seguridad que lo une con la máquina. «Lo necesito para la transmisión de fuerza», ya que repujar metales es un trabajo manual que requiere mucha fuerza. Christoph Müller tiene que neutralizar ese efecto con todo su peso.
Como Christoph Müller utiliza para sus cálices el cobre, mientras los produce son rojos. Recién reciben su color plateado cuando los galvaniza. Para ello son hundidos en un baño de níquel. Ahora solo falta la cruz sobre la tapa.
El círculo de clientes
Hasta 50 cálices por año son enviados por la firma a comunidades de la Iglesia Nueva Apostólica. Y no solo los envía a Alemania, sino también a toda Europa y a Australia.
La compañía Müller también entregó cálices para la Santa Cena a otras congregaciones religiosas. Son en su mayoría producciones especiales con formas y metales que solicita el cliente.
Además de cálices, Christoph Müller también fabrica otros recipientes sacramentales, como por ejemplo platos bautismales. Pero solo de eso la empresa no podría sobrevivir. Por eso, la mayor parte de los pedidos corresponde a piezas de adorno para edificios. Cúspides de torres de iglesias, campanarios, veletas, pero también ornamentos para centros comunitarios. Por ello la familia Müller ya fue destacada con un premio renombrado en toda Europa.
La familia trabaja junta
Su esposa Johanna trabaja con él en la empresa familiar. Además de la producción, hay muchas otras tareas de cálculo, contabilidad y envíos.
Thomas Müller, el hijo mayor de la familia, también aprendió el oficio de forjador de metales y además se especializó en la restauración de objetos profanos y sacros. Explota su propio taller en la Selva Negra, donde vive con su familia. Pero cuando los pedidos son grandes, padre e hijo trabajan juntos.
Una tarea santa
Como portador de ministerio, sostuvo innumerables veces los cálices en sus manos para suministrar las hostias en la iglesia. En 1990 llegó a ser el dirigente de la comunidad Grimma. Hasta su pase a descanso en el año 2017, también fue dirigente de su comunidad de origen, Wurzen.
Desde que está en descanso, el Primer Pastor Müller ya no reparte las hostias, pero ha quedado en su conciencia ese instante. «Cuando se agregan el cuerpo y la sangre de Cristo, es algo muy especial. Para mí es hermoso elaborar el recipiente que es utilizado para la Santa Cena».