Llegó tendido pasando por el techo y se fue erguido pasando por la puerta. Pero no fue su fe la que le ayudó: la curación del paralítico y la luz que arroja este hecho sobre el Servicio Divino en ayuda para los difuntos.
Arcilla que cae en pedazos desde el techo. ¿Qué está pasando en el tejado de la casa de un piso de Capernaum? No alcanza con que se apretujen las cuatro docenas de personas en la estrecha casilla para escuchar a Jesús de Nazaret. No alcanza con que de afuera quieran entrar cada vez más. Ahora alguien de los reunidos todavía se sube al techo.
Pasar era imposible. Pero esto no pudo detener a los cuatro hombres. Sin falta querían llevar a su amigo con Jesús. Él, el que sanaba todo mal, debía ayudar al paralítico. Y ellos encontraron el camino a Jesús: a través de la escalera externa llegaron al techo. Hicieron una abertura en el techo formado por capas de ramas, paja y arcilla.
El que sana no necesita ayuda
La prédica enmudece. Las miradas se dirigen hacia arriba, al agujero que apareció en el techo. Un lecho se desplaza hacia abajo. Sobre él yace un hombre. Todo está claro, es un enfermo. Y él quiere ser sanado…
¿Y qué sucede entonces? La multitud se indigna por los cuatro que ayudaban: es absurdo traer a ese enfermo delante de Jesús. El que sana, de todas maneras, está en el lugar de los que necesitan su ayuda. El que quiere persuadir al que ayuda de esa forma, tiene en poco el amor y la misericordia de Jesús.
Contra todas las expectativas
¿En serio? No, los tres Evangelios sinópticos lo informaron con contundencia en forma bien diferente (ver: Mateo 9:2-8; Marcos 2:5-11; Lucas 5:20-26). Y lo que pasa efectivamente, resulta doblemente notable.
- «Al ver Jesús la fe de ellos…“: Bien acotado, «la fe de ellos», no «su» fe, es decir ante todo la fe de los que estaban ayudando. De lo contrario, siempre dice: «tu fe te ha ayudado». Como sucedió con el ciego en Jericó, con la mujer que padecía flujo de sangre o con el samaritano entre los leprosos. Pero aquí, ante el paralítico, es la fe de terceros la que hace reaccionar a Jesús.
- «Tus pecados te son perdonados…»: Todos en la habitación esperaban que Jesús pronunciara palabras que sanaran al cuerpo. Pero Él sorprendió a todos: Jesús no se ocupa en primer lugar del cuerpo, sino del alma. Quiere ayudar al hombre en su totalidad.
Más allá de las fronteras
Este hecho bíblico arroja una luz especial sobre el Servicio Divino en ayuda para los difuntos, que se vuelve a celebrar en la Iglesia Nueva Apostólica en todo el mundo mañana domingo. No, estos versículos por cierto no son apropiados para fundamentar esta doctrina y su práctica con la lógica. Pero pueden fortalecer doblemente la fe en su efectividad:
- Jesús elogia la fe de los que ayudaban: una fe activa en el amor por el que sufre; una confianza que realza la intercesión en un instante convirtiéndola en una ayuda para creer; una seguridad que vence obstáculos y rompe fronteras. Esta fe es tan firme que provoca la curación fundamental: la reconciliación del pecador con Dios.
- Jesús, en su obrar, no se deja limitar por expectativas humanas, ni por las buenas intenciones de los necesitados de ayuda ni por el resentimiento de los escribas. Su voluntad de ayudar al hombre no conoce fronteras: ni, como aquí, entre el cuerpo y el alma, ni, como más adelante en la muerte en la cruz, entre el mundo visible y el invisible.
El amor de Dios no hay que poder explicarlo hasta en su último detalle para poder confiar en su poder. «Hoy hemos visto maravillas», se dijeron ya entonces los espectadores después de la curación del paralítico. O, traducido literalmente: «Hoy hemos vivido una paradoja».
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