No sólo de pan vive el hombre. Esto está claro. Pero hay personas que ni siquiera lo tienen. Otros, en cambio, tienen tantas otras cosas que no le dan ningún valor. En la Biblia, el pan es la vida.
El pan en la Biblia es una imagen no sólo del alimento material, sino de un medio para alcanzar la salvación. Cuando Jesucristo dice que Él es el pan de vida, apunta a dos direcciones: es el Salvador y Redentor de los hombres y es la compañía de cada día, que se muestra en pan y vino, en cuerpo y sangre en la Santa Cena. La Santa Cena es el Sacramento de la comunión con Jesucristo en su Iglesia. Todos los cristianos la festejan en todas las Iglesias, es un componente fijo de la doctrina cristiana. «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?» (1 Corintios 10:16).
Como miembros de la Iglesia Nueva Apostólica tenemos claro que el gustar dignamente la Santa Cena nos garantiza la comunión de vida con Jesucristo. ¿Pero qué significa esto concretamente?
Diferentes niveles en el Sacramento
En el círculo de sus Apóstoles, su Maestro celebró con ellos la Santa Cena. Les transmitió el encargo y la autoridad para seguir haciéndolo en este sentir. Así, el festejo de la Santa Cena se convierte en una cena de conmemoración del testimonio del Señor. Además se recuerda su muerte, su resurrección y su retorno. El festejo del Sacramento expresa figuradamente el «ciertamente, vengo en breve».
De enorme importancia es también el aspecto de la presencia de Jesucristo. Aquí, como se sabe, divergen las opiniones cristianas. La fe nuevoapostólica dice que en la consagración formal de pan y vino se agregan el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Esto convierte a la Santa Cena en un misterio: acontece el «milagro de su presencia» y se comparte con cada participante de la Santa Cena cuando participa de ella dignamente.
Verdadera comunión con el Señor
En el Catecismo dice al respecto: «Mediante la consagración y pronunciando las palabras de institución, no es transformada la sustancia de los elementos pan y vino. Antes bien, se les agrega la sustancia del cuerpo y sangre (consustanciación). Por lo tanto, no tiene lugar una transformación de la sustancia (transustanciación)» (Catecismo INA 8.2.12). De esa manera, existe una estrecha vinculación entre la Santa Cena y la doble naturaleza de Jesucristo, quien posee naturaleza humana y naturaleza divina, coexistiendo ambas en Él en forma pura e inseparable. En la Santa Cena, pan y vino corresponden a la naturaleza humana, y cuerpo y sangre a la naturaleza divina de Cristo.
Importante es que pan y vino no son únicamente metáforas o símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo; el cuerpo y la sangre de Cristo, más bien, están verdaderamente presentes. La teología lo llama «presencia real de Cristo»: a la sustancia del pan y vino se le agrega, a través de la palabra de consagración pronunciada por un Apóstol o un portador de ministerio sacerdotal autorizado por él, la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo.
Alimento para la vida
Todavía hoy tiene validez para los cristianos: así como Dios proveyó en forma maravillosa el alimento para el pueblo de Israel en su marcha por el desierto hasta llegar a Canaán –haciendo llover el maná del cielo–, brinda también hoy el alimento que sirve para la vida eterna. Con su cuerpo y su sangre, Cristo permite que sus seguidores tomen parte en su ser, que se caracteriza por mansedumbre, humildad y amor a Dios y al prójimo. Este alimento brinda las fuerzas para combatir el mal y el desaliento, y perseverar en el seguimiento.
Foto: Marcel Felde