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Mi Jesús, el fiel servidor

noviembre 30, 2019

Autor: Andreas Rother

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«¡Maran-ata!». El llamado por el retorno de Cristo se adapta perfectamente al Adviento, el tiempo de la espera y la venida. ¿Pero quién es exactamente el que vino y que vendrá nuevamente? La primera de cuatro perspectivas.

Mi Jesús es el servidor de Dios y de los hombres entregado e inquebrantable. He escrito un libro sobre esto.

Soy un cristiano del siglo I, más bien del tipo de los predicadores. Mi griego es sencillo y coloquial. Pero sé utilizarlo hábilmente. También estoy familiarizado con el arameo, el lenguaje corriente en el país de los hechos. Solo se me confunde a veces la geografía de Palestina.

Entre las culturas

No en último término escribí para lectores del círculo cultural romano. Por eso me gusta utilizar latinismos, como por ejemplo «kensos» de «census» para impuestos o «kentyrion» de «centurio» para centurión. Y también las horas las pongo de acuerdo a los romanos, por ejemplo la «cuarta vigilia de la noche».

Y por eso también explico usos y costumbres judíos, como el tema de la impureza. Y traduzco muy expresamente palabras arameas como Abba, Corbán y Gólgota: Padre, ofrenda y Lugar de la Calavera.

Y no dejo dudas de que mi buena nueva, o mejor, su alegre mensaje está dirigido «a todas las naciones» y es válido «en todo el mundo».

Venido para servir

Mi Jesús es el fiel siervo de Dios. Él hace lo que el Padre le encomendó. Y nos dice únicamente lo que tiene que anunciar. Se subordina totalmente al: «Padre, todas las cosas son posibles para ti … mas no lo que yo quiero, sino lo que tú».

Su servicio es su camino del sufrimiento. Su muerte ya se puede prever muy temprano. Pero mi Jesús transita ese camino como corresponde hasta el final. Él mismo lo sintetiza en una frase: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».

El Hijo de Dios lleno de misterio

Sí, naturalmente también informo sobre mi Jesús como el «Hijo de Dios». Pero el Mesías hace de su majestuosidad un misterio. Ni los demonios que echa fuera ni los enfermos que sana pueden hablar de ella.

Solo lo puede hacer Dios, el Padre, y lo hace recién en el Bautismo y luego en el Monte de la Transfiguración. Al final es precisamente un gentil, el centurión romano debajo de la cruz, el primer hombre que puede exclamar a viva voz: «¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!».

El nombre del libro

¿Tan tarde? Sí, claro. Pues con esto os quiero decir algo: No en los milagros que Jesús pudo hacer se muestra que era verdaderamente el Hijo de Dios, sino en su muerte en la cruz.

Sí, mi Cristo es el servidor de Dios y de los hombres entregado e inquebrantable. Sobre esto he escrito un libro. Me llaman Marcos, el Evangelista.

noviembre 30, 2019

Autor: Andreas Rother

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