Lo que es seguro es «Maran-ata» – «El Señor viene». Cada Adviento nos lo recueda. Sin embargo, ¿quién es el que esperan los creyentes? La segunda de cuatro perspectivas.
Mi Jesús es el Mesías prometido y el único Maestro verdadero. He escrito un libro sobre esto.
Soy un cristiano del siglo I, más bien del tipo de los maestros. Conozco bien las Sagradas Escrituras de mi época. Desarrollo mi propia obra en forma similar a un „padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas». Mi hogar no está en el escenario de Palestina, sino más al norte en la provincia romana de Siria.
Creyentes en discordia
Escribí para personas en situación difícil: judíos creyentes que de pronto se separaron de sus antiguos compañeros de fe y por propia convicción encontraron al Mesías.
Por un lado, soy un fiel judío. La Torá sigue siendo válida hasta la letra más pequeña y el último puntito. El reino de Dios se llama reino de los cielos para no mencionar el nombre del Altísimo. Y en la cátedra «de Moisés se sientan los escribas y los fariseos».
Por el otro, estoy completamente en contra: En seguida al comienzo, Juan el Bautista insulta a los fariseos y saduceos llamándolos «generación de víboras». Y Jesús mismo con sus siete «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos!» añade: «por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia».
Palabra de profeta que se cumple
Mi Jesús, este es el Mesías: ungido como el Señor de un nuevo tiempo, el Salvador que libera, reúne y conduce a la paz, a la justicia, al bienestar de todos.
Y más precisamente, el Mesías prometido. Lo quiero demostrar. Con la genealogía que retrocede hasta el patriarca Abraham y el rey David. Con el nombre «Emanuel», como en Isaías. Y docenas de veces con la indicación: «porque así está escrito».
«Cumplido» es por eso una palabra clave en mi libro: «Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta».
El cristianismo en la práctica
Mi Jesús, este es también el Maestro supremo: «Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro». Por eso las palabras de Jesús tienen para mí al menos la misma importancia que sus obras.
Y por eso recojo su doctrina entre lo que sé de su obrar, agrupada en cinco grandes discursos: el Sermón del Monte («Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos»), el discurso a los discípulos («El que a vosotros recibe, a mí me recibe»), el discurso de las parábolas («Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos»), el discurso a la comunidad («Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre») y el discurso del tiempo final («Entra en el gozo de tu señor»).
En realidad, mi Jesús no fue «enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel», pero «no quisiste». Y por eso está escrito después, casi al final: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones».
Mi Jesús es el Salvador prometido y el verdadero Maestro. Sobre esto he escrito un libro. Me llaman Marcos, el Evangelista.