«Amén; sí, ven, Señor Jesús». Así introduce la anteúltima frase de la Biblia el Adviento de la cristiandad. ¿Puede la cuarta perspectiva reflejar totalmente a quién esperan los creyentes?
Mi Jesús es muy variado. He escrito un libro sobre esto.
Soy un cristiano del siglo I, más bien del tipo de los filósofos. Ya lo muestran mis primeras palabras, el famoso prólogo sobre el «Logos», el Verbo eterno. Un concepto con el que los maestros sapienciales judíos y los pensadores griegos también designan al orden superior del mundo.
Mi prólogo sintetiza en pocas palabras todo el obrar de Jesucristo sobre la tierra: «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios».
Dado para todos
Mi griego tiene un fuerte tinte hebreo. Conozco muy bien Jerusalén y Palestina, tanto las circunstancias de esos lugares como las fiestas y costumbres judías.
Mi libro está escribo para muchos: «Os expulsarán de las sinagogas», esto compete a los judeocristianos. «Rabí (que traducido es, Maestro)», esto lo necesitan los gentilcristianos. Y el cartel que estaba colgado en la cruz burlándose de Jesús como Rey de los judíos «estaba escrito en hebreo, en griego y en latín». Más internacional no podía ser en mi época.
Para que creáis
Mi Jesús, este es el Hijo de Dios que adoptó la condición de hombre: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros», pues «de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito». Él en todo revela solamente al Padre: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre». Y así dice la frase clave de mi libro: «Yo y el Padre uno somos».
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La palabra clave, sin embargo, es otra: «creer». En cada página en griego aparece al menos tres veces. Al fin y al cabo, mi libro está «escrito para que creáis» y más precisamente «que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios». Pues, «el que cree en el Hijo tiene vida eterna».
Inconcebiblemente variado
Mi Jesús es tan polifacético que «ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir». Lo mejor es decirlo con sus propias palabras:
«Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre». » Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas». «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo». «Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas». «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá». «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí». «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador».
Sí, mi Jesús es Dios, el Hijo eterno del Padre eterno. Sobre esto he empezado un libro. Y mis alumnos lo terminaron. Nos llaman Juan.