«Credo – creo» y «confessio – confieso» a veces son totalmente divergentes. Muchos guardan su fe sólo para ellos, quizás porque no la pueden describir con exactitud o porque tienen miedo de hacerla pública.
Los Servicios Divinos nuevoapostólicos de abril se ocuparán del tema «Nuestra misión». Esto suena en primer lugar a trabajo, ante todo en sí mismo. Unos no quieren que se les hagan prescripciones de cómo vivir su fe. Otros hace mucho que se desacostumbraron de confesar públicamente su fe y lo convirtieron en una misión secreta. Pero la gran comisión del Señor a sus seguidores está formulada claramente: «Id a todas las naciones».
¿Qué pueden confesar los cristianos?
- Que Jesucristo resucitó. «Jesucristo verdaderamente ha resucitado», dice el antiguo saludo de Pascua de la Iglesia. El que ya no quiere pronunciar este punto central de la fe, no puede ser cristiano. El mensaje del sepulcro vacío es un encargo de anunciación. «Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres (1 Corintios 15:12-19).
- Que las palabras y las obras van juntas. Una confesión tiene que hacerse mediante palabras y obras, de lo contrario no es creíble. No podemos decir una cosa y hacer otra. A los verdaderos seguidores del Señor se los reconoce por su conducta personal. Y esta debe llevar la impronta del amor y la paciencia. Así es como se vuelve creíble la confesión en palabras a Jesucristo. Coherencia entre las palabras y la conducta: de este modo confiesan los cristianos a sus contemporáneos, independientemente de la persona de la que se trate, acerca de lo bueno que Dios ha hecho.
- Que Jesucristo es nuestra vida. La «confesión» necesita «conocimiento». En el Evangelio de Lucas 8:16 dice así: «Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz». Jesucristo es la luz del mundo, pues Él saca a los hombres de la oscuridad de una comprensión equivocada de Dios y les concede el verdadero conocimiento de Dios y la vida eterna. Los cristianos manifiestan que sólo Cristo es la verdad y la vida.
- Que al final espera el juicio de las naciones. Con la Confesión de fe apostólica, los cristianos de todo el mundo confiesan la venida de Jesús para el juicio final: «Ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». Esta antigua Confesión de fe se basa, entre otras fuentes, en la parábola de Jesús del tiempo final (Ver Mateo 25:31-46). Tematiza sobre la relación de la fe con las obras. Aunque las buenas obras solas no llevan a la comunión con Dios, pues nadie puede ganarse la salvación. Por otro lado, pertenecen a una fe viva las buenas obras, el obrar éticamente por ejemplo. El amor a Dios y el amor a los seres humanos van juntos.
- Que Jesucristo es Salvador y Redentor. La salvación del hombre se fundamenta en Jesucristo. A través de Él reciben las fuerzas para vencer el mal. Pues, al fin y al cabo, cada hombre debe luchar con el mal y vencerlo. Lo que ayuda aquí sólo es la fe en el Hijo de Dios. Esta fe cambia la mirada hacia el mundo y le dice al cristiano: ¡Cada ser humano fue creado por Dios! ¡Cada ser humano puede recibir la salvación! Cada ser humano debe llegar a conocer el Evangelio.
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